En términos de la psicología, un síndrome es una serie de síntomas que, al manifestarse de manera conjunta, sugieren la presencia de un trastorno o condición específica. A diferencia de una enfermedad, estas agrupaciones de síntomas pueden tener múltiples causas, muchas veces incomprendidas.
Puede decirse, entonces, que un síndrome es una descripción de patrones identificados a través de la observación clínica y el estudio científico que sirven como una hoja de ruta para identificar distintas afecciones.
Por ejemplo, el síndrome depresivo engloba síntomas como tristeza persistente, pérdida de interés en actividades, alteraciones del sueño y sentimientos de inutilidad. Aunque todos estos síntomas son indicadores de la depresión, también pueden estar presentes en otros trastornos.
Uno de estos síndromes, cuyo nombre proviene de una mitológica princesa con dones para la predicción, define a personas que realizan pronósticos futuristas, catastrofistas y sombríos y que no son tenidas en cuenta.

Qué es el síndrome de Casandra y cómo identificarlo
En la Ilíada, texto homérico por excelencia, Casandra era hija de Hécuba y de Príamo, reyes de Troya. El dios Apolo, cautivado por la belleza de Casandra, le prometió el don de la profecía.
Pero Casandra rechazó a Apolo. Entonces, el dios, ofendido, maldijo a Casandra para que sus predicciones no fueran tenidas en cuenta. Así, el don de Casandra se convirtió en una fuente de frustración y dolor.

Los términos síndrome de Casandra son utilizados en psicología desde 1949, cuando fueron introducidos por el filósofo y científico francés, Gaston Bachelard, quien definió sus principales características: baja autoestima, depresión, sentir miedo y ponerse siempre a prueba.
De esta manera, quienes tienen este síndrome, muchas veces definido como un “complejo”, son ignorados o desacreditados por sus “profecías”. Aunque no es un diagnóstico clínico, en psicología sirve para explorar dinámicas de invalidez emocional y es relevante en contextos de relaciones interpersonales.
¿Cómo reconocer a las personas con el síndrome de Casandra? En general, estas personas sienten que, aunque expresan sus pensamientos y emociones, no son valoradas ni reconocidas.
Esto produce un gran desgaste psicológico que puede derivar en ansiedad, depresión o, incluso, en la somatización de problemas emocionales. La falta continua de validación produce frustración y resignación, lo que repercute en las relaciones con los demás.

Los expertos consideran que las personas con una mayor inteligencia emocional suelen ser más afectadas por el síndrome que otras debido a su agudo sentido de la intuición, su poder de reflexión e, incluso, su razonamiento basado en la lógica.
Autoestima y la herramienta que es la terapia
Superar el síndrome de Casandra exige de un esfuerzo personal mediante herramientas terapéuticas que ayuden a reconstruir su dañada autoestima y a manejar la frustración que les produce el no ser escuchadas. Un consejo: evitar reprimir las premoniciones, aunque los demás digan que son irreales.

En este sentido, resulta fundamental darle visibilidad y no encerrarse en los propios pensamientos. Aunque no todo el mundo desee escucharlos, emitir advertencias o consejos puede ser algo bienvenido siempre y cuando tengan sentido y se cumplan.
A nivel colectivo, la solución pasa por fomentar la empatía, la comunicación abierta y el reconocimiento de que todas las perspectivas, incluso aquellas que desafían nuestras creencias, merecen ser consideradas.
En última instancia, el mito de Casandra sigue siendo un recordatorio poderoso de cómo el acto de ignorar las advertencias puede tener consecuencias trágicas, tanto para quien no es escuchado como para quienes optan por cerrar los oídos. Quizás, la lección más valiosa sea aprender a escuchar antes de que sea demasiado tarde.