-¿Qué legado dejan los doce años del pontificado de Francisco? ¿Hay una palabra o un concepto que pueda sintetizarlo?
-Todo lo que hizo Francisco nos deja algo para aprender, para trabajar, para concretar. Creo que el mejor homenaje que le podemos hacer a nuestro padre, el padre de todos, es concretar su magisterio. Es difícil reducir todo el legado de Francisco en pocas palabras, pero en la Misa que hicimos en la la Basílica de Flores, el día que nos enteramos de la noticia, yo destacaba algunos temas que Francisco puso sobre la mesa y no los tapó: uno es el tema de la guerra, que fue quizá una de sus preocupaciones hasta el último instante, la necesidad de construir la paz. Otro es el problema de la exclusión. Francisco decía en Evangelii Gaudium, que la exclusión es la causa de todos los males sociales. Nos alertó siempre sobre la cultura del descarte, nos alertó siempre sobre la necesidad de buscar a los hermanos que están tirados al borde del camino. También se ocupó de nuestros jóvenes. No quiso tapar que desgraciadamente para nuestros jóvenes el futuro a veces es muy incierto. Y entonces los animó una y mil veces a soñar, a soñar en grande, a no quedarse en vuelos rastreros o en el chiquitaje, sino a creer que ellos pueden transformar la realidad. Trabajó por la necesidad de transparencia en la Iglesia, la necesidad de las reformas de la Iglesia que eran tan anheladas desde hacía tanto tiempo.
Creo que el legado de Francisco es un poquito esta experiencia de sentir que estamos un poco huérfanos. Huérfanos de padre y el legado es asumir que es el Padre de todos.
Que es el Padre de la Misericordia, recuerdo cuando convocó al Jubileo de la Misericordia en el 2015 e insistía con que “Dios es un padre bueno que nos ama a todos y no se cansa de perdonarnos”. Y que “Esa misericordia es la que tenemos que aprender a vivir entre nosotros”.
El Papa y el Padre de la alegría. Su primer documento, Evangelii Gaudium, es un poco su plan pastoral, su documento programático es la alegría del Evangelio y nos insistió tanto con que podamos compartir la alegría del resucitado y justo se nos va un lunes de Pascua.
Y como también decía, el Papa de los pobres y de los marginados porque como cualquier padre ama a todos sus hijos pero presta atención al frágil, al enfermo, al más débil. Y por eso Francisco hasta el último momento insistió con las víctimas de las guerras. Como que había que prestar atención y terminar y ser artífices de paz. El tema de los migrantes, el tema de los enfermos, el tema de los ancianos. Su voz profética, eso también es parte de su legado.
-Quiso abrir las puertas de la Iglesia de par en par. Por caso, permitió que los divorciados en nueva unión pudieran comulgar y no condenó a los gays. Pero eso le generó resistencia de los sectores más conservadores…
-Francisco nos dejó una enseñanza muy importante, insistió una y mil veces con que en la Iglesia tenía que haber lugar para todos. Repetía con los jóvenes en Portugal, en la última Jornada Mundial de la Juventud: «Para todos, para todos, para todos».
Ahora, tal vez podemos entender un poco mejor, que él, que era el padre de todos, se preocupaba de todos sus hijos, especialmente de los más necesitados, los más frágiles, los más discriminados; no quería dejar a nadie afuera.
Estar al lado de los pobres es un legado de Francisco pero es también un compromiso con el Evangelio. Francisco lo decía mucho, tenemos una fragilidad y una vulnerabilidad grande, por eso nos invitaba a que la Iglesia sea un hospital de campaña que recibe a los heridos de la vida.
Y creo que lo mejor que podemos hacer para continuar su legado es unirnos, unirnos como hermanos de un mismo padre, que es lo que somos.
– No faltaron quienes lo criticaron por sus exhortaciones a los gobiernos de Europa a recibir a los refugiados y otros que consideraron que sus posiciones respecto de los pobres eran cuanto menos anticapitalistas…
-Yo lo conocí a Francisco ya siendo Papa, y una de las cosas que me impresionaba era cómo él afrontaba las críticas. Solía decirle “Francisco, vos tenés cuero de rinoceronte”.
Él siempre decía “Dios es más grande”, tenía claro en su consciencia lo que decía o lo que hacía, lo hacía realmente por querer cumplir la voluntad de Dios y no por otro interés. Creo que fue un hombre de mucha coherencia entre la fe y la vida y eso fue lo revolucionario.
Creo que Francisco era el padre de la misericordia. Y, como decía era padre de todos. Por eso se preocupaba por los más pobres, los más vulnerables, porque como cualquier papá, tiene que estar atento a los más frágiles.
La misericordia ha sido una de las columnas de su prédica y de su testimonio. Y nos ha enseñado a vivir esa misericordia entre nosotros, el tratarnos bien, y por eso esa fraternidad universal a la que nos invita en Fratelli Tutti.
-En los debates previos a su elección, los cardenales pusieron como desafíos logran la transparencia de las finanzas vaticanas y combatir con energía la pedofilia cometida por miembros del clero. ¿Cuánto pudo avanzar?
-Es en ese sentido que creo que, si hay algo que hizo el Papa Francisco, a lo largo de sus doce años de pontificado, fue no tapar los problemas, sino al contrario, poner los problemas sobre la mesa, para generar debate, para generar discusión, para darnos cuenta de lo que nos está pasando. Sin lugar a dudas estos dos temas fueron parte de las preocupaciones del Papa Francisco, y no las ocultó, las puso sobre la mesa para que puedan empezar a resolverse. Y creo que se ha logrado un buen avance, aunque nos quede mucho más camino por hacer.
-Con su elección muchos pensaron que iba a tener una relación tensa con el kirchnerismo por los enfrentamientos que había tenido con el matrimonio presidencial, pero ya como pontífice muchos lo vieron como complaciente con ellos. ¿Fue realmente complaciente con ellos y severo con el gobierno de Mauricio Macri?
-Siempre digo que los argentinos no lo hemos dejado a Bergoglio ser Francisco. Lo hemos querido meter siempre entre nuestras discusiones, nuestros debates, nuestros polos opuestos, fijándonos cómo miró, si le sonrió o no a tal o cual político. Lo hemos metido siempre en nuestras grietas.
Yo siempre preferí no llamarla grieta, sino herida. Porque la grieta es algo que es difícil de arreglar. En cambio, lo que tenemos los argentinos es una herida que duele y sangra en las entrañas de nuestro pueblo, no es una rajadura en el piso o en una pared, es entre nosotros, rompiendo vínculos y afectos.
Y al mismo tiempo, la herida nos da esperanza, la esperanza de algún día cicatrice, de que algún día se cure, y deje de doler, deje de sangrar. Eso es lo que nos toca a los argentinos, seguir trabajando, seguir dialogando, tendiendo puentes, para cerrar esa herida y vivir todos como verdaderos hermanos.
Creo que Francisco fue un padre que amó profundamente a su país, pero que también su corazón se agrandó para ser Padre del mundo. Entender eso, a nosotros los argentinos nos costó un poquito.
– Algunos llegaron a decir que la supuesta preferencia por el kirchnerismo se debió a que era peronista. ¿Qué les responde?
-Insisto, los argentinos hemos querido meter a Francisco en nuestras discusiones, y no lo dejamos a Bergoglio ser Francisco.
Nos hemos preocupado muchas veces por interpretar a Francisco según si le sonreía o no al presidente turno en una foto. Pero nos olvidamos que Francisco era un líder mundial. Él jugaba en las “ligas mayores” y nosotros estábamos discutiendo sonserias, entonces, creo que tendríamos que entre todos tener un profundo acto de humildad y reconocer que se nos fue un grande que todavía estamos a tiempo de poder reconocerlo. Básicamente porque como respondía antes, podemos concretar, vivir su magisterio, su enseñanza en la Iglesia y por supuesto en la sociedad Argentina.
– ¿Por qué cree que no vino al país? ¿Quedará en la historia del país como una carencia relevante?
– No hubo falta de presencia. Yo sentí la presencia de Francisco más que nunca. Lo que no hubo fue una presencia física, porque es verdad que él no viajó al país, como tampoco viajó a otros países muy fuertes, si quieren, para la Iglesia Católica, por ejemplo, España. El Santo Padre no viajó a España. Y eligió visitar los países más periféricos. Lo que yo siempre sabía era de sus ganas porque era lo que expresaba públicamente pero yo directamente hablar con él el tema no lo he hablado nunca. Por respeto. Creo también que ese, hubiese sido de los viajes más difíciles, no sólo porque su físico ya no le permitía tanto movimiento, sino también por el compromiso psicológico y emocional que significaría.
Sé que tenía intención de venir, que en un momento estuvo a punto de venir en 2017, y por un tema de las elecciones en Chile, cambió los planes. Por otro lado, entiendo que también, organizar la agenda de un Papa no debe ser fácil.
Y sí, podemos decir “El Papa al final no vino a la Argentina”, pero creo que siempre estuvo, estuvo y está en nuestra gente y está en cada uno de nosotros si somos capaces de concretar, por ejemplo, esa unidad nacional y esa fraternidad universal a la que nos convocó.
– Desde la crisis de 2001 la Iglesia viene pidiendo grandes acuerdos, pero la grieta es una persistente realidad. ¿Tiene esperanza de que se supere?
– Creo que en estos momentos, en que hemos perdido a nuestro padre, todos nosotros ahora nos toca ser un poquito Francisco y poder también ser más misericordiosos entre nosotros. Creo que el mejor homenaje que le podemos hacer los argentinos a Francisco es unirnos, tender puentes, dialogar, dejar de enfrentarnos todo el tiempo. Porque Él es nuestro padre y qué mayor dolor para un padre que ver a sus hijos divididos. Ojalá Francisco se vaya al cielo con la tranquilidad de que sus hijos van a tratar de vivir esa unidad nacional tan pendiente entre nosotros. Francisco ha sido el Papa de la paz. Una de sus mayores preocupaciones ha sido la guerra y ha insistido mucho en la necesidad de ser constructores de paz. Yo siempre digo que en Argentina no tenemos una realidad de guerra armada, pero hacemos uso de un arma mucho más letal que está entre los dientes, nos tratamos mal, con palabras, en las redes sociales.
Desde Villa Garrote al arzobispado porteño
Hace casi dos años, fiel a su estilo, Jorge Bergoglio sorprendió con la elección del nuevo arzobispo de Buenos Aires, la jurisdicción católica más importante del país. El Papa Francisco optó por Jorge García Cuerva, un ex cura villero del gran Buenos Aires -fue párroco de la emblemática villa La Cava, en Beccar, obispo de una diócesis de menor porte -Río Gallegos-, con sólida formación.
Así, Francisco optó por un sacerdote que considera con experiencia social ante la extendida pobreza en el país, en condiciones de afrontar los enormes cambios culturales que experimenta la sociedad y dispuesto a denunciar las injusticias y corrupciones. Además, por un sacerdote que observa con una mente abierta al bautizar sin poner inconvenientes a chicos de parejas gay, siguiendo sus recomendaciones.
Con su designación, le dio un gran impulso a los “curas villeros”, el espacio que siempre quiso promover el Papa en la Argentina. El popular padre Pepe Di Paola surgió de ese grupo. Uno de los obispos auxiliares de la arquidiócesis porteña, Gustavo Carrara, muy apreciado por Francisco, también salió de allí.
García Cuerva comenzó a trabajar en asentamientos de emergencia desde muy joven, cuando todavía era un estudiante de Derecho. En alguna entrevista contó que tomó la decisión luego de un retiro espiritual, cuando comenzó a ir como catequista a dos villas de la zona Norte del Gran Buenos Aires, la Villa Garrote y la Villa El Palito. Luego, trabajó en La Cava, la villa más conocida de San Isidro.
Perfil
Nació en Río Gallegos, provincia de Santa Cruz, el 12 de abril de 1968; ordenado sacerdote el 24 de octubre de 1997 en la catedral de San Isidro por monseñor Alcides Jorge Casaretto; elegido obispo titular de Lacubaza y auxiliar de Lomas de Zamora el 20 de noviembre de 2017 por el papa Francisco. Recibió la ordenación episcopal en la catedral de Lomas de Zamora, el 3 de marzo de 2018 por el obispo de esa diócesis, Mons. Jorge Lugones, (coconsagrantes, Mons. Oscar Vicente Ojea, obispo de San Isidro, Mons. Jorge Casaretto, obispo emérito de San Isidro; Mons. Miguel Ángel D’Annibale, obispo de Río Gallegos, y Mons. Esteban María Laxague SDB, obispo de Viedma). El 3 de enero de 2019, el papa Francisco lo nombró obispo de Río Gallegos; inició su ministerio pastoral el 23 de marzo de 2019. El 26 de mayo de 2023 el papa Francisco lo nombró arzobispo de Buenos Aires. Tomó posesión como decimotecer arzobispo de Buenos Aires el 15 de julio de 2023. En la Conferencia Episcopal Argentina es miembro de la Comisión Permanente y de la Comisión Episcopal de Pastoral Carcelaria. En el Vaticano, es miembro del Dicasterio para los Obispos. Es Licenciado en Teología con especialidad en Historia (2003), Abogado (2009) y Licenciado en Derecho Canónico (2016).