La provincia de Málaga, en el sur de España, es famosa por sus playas, por su clima eternamente primaveral, sus pueblos blancos y también por su paisaje ubicado más allá de la costa.
Málaga conserva casi intactas sus raíces históricas que se remontan, nada menos, que a los inicios de la cultura del Mediterráneo. Precisamente, en el acantilado del Cantal, en el municipio de Rincón de la Victoria, hay algunos sitios naturales con 30.000 años de historia.
La Cueva de la Victoria, por ejemplo, sirvió de refugio a grupos humanos durante el Paeolítico superior (del 48.000 al 12.000 a.C.) y el Neolítico (del 8.000 al 4.000 antes de Cristo). Comprende dos kilómetros de galerías y en sus paredes pueden verse pinturas rupestres, testigos de la vida cotidiana de esas comunidades prehistóricas.
Algo menos conocida, es la Cueva del Tesoro, la única de Europa y una de las tres existentes en el mundo de origen marino. Allí se encuentran la naturaleza, la arqueología y hasta la leyenda.
Como dijimos, la Cueva de la Victoria ha sido testigo de la evolución de los primeros grupos humanos que habitaron la Bahía de Málaga. Sirvió de refugio y espacio ceremonial, tal como lo demuestran sus 67 figuras antropomorfas pintadas en sus paredes.
Durante el Neolítico, tuvo un papel especial al convertirse en un importante espacio funerario. Hace unos 13.000 años, sus habitantes plasmaron la silueta de individuos en una de sus galerías principales, creando una escena simbólica que representaba la relación entre los vivos y los muertos.
En cuanto a los orígenes de la Cueva del Tesoro, un artículo de National Geographic explica que “las cavidades se modelaron con columnas y gargantas que, tras emerger sobre el nivel del mar, comenzaron a filtrar agua dulce, formando así estalactitas y estalagmitas. Su interior estaba comprendido inicialmente por tres cuevas: El Higuerón, El Suizo y La Victoria”.
Luego de obras realizadas, las cuevas del Higuerón y del Suizo se unieron en la actual Sala de la Virgen y hasta finales de los años 70 el tramo más antiguo de la unión estuvo cerrado al público. En la Cueva del Tesoro se encontraron restos del Paleolítico, la Edad de Bronce, pueblos fenicios, romanos y árabes, además de muestras de arte rupestre.
“Si algo tiene la Cueva del Tesoro, más allá de su belleza natural única, es un halo de leyenda y misticismo. En la exploración de la cavidad se encontraron cerámicas del Neolítico, una punta de flecha del Solutrense, restos fenicios y arpones óseos. Pero se cree que un tesoro aún mayor sigue escondido dentro de la cavidad”, dice el artículo.
Según la leyenda, en el siglo XII, unos árabes encontraron refugio en la cueva. Algunos aseguran que eran cinco reyes y otros el emperador Tasufín Ibn Alí. En cualquier caso, habrían estado cargados de riqueza y eso hizo que numerosos “cazatesoros” llegaran al lugar desde el siglo XVII.
En el siglo XVIII, se encontraron varios granates, lo que alimentó la idea de que en la Cueva del Tesoro se encontraba un gran y valioso alijo.
En el siglo XIX, el suizo Antonio de la Nari abrió galerías y un pozo, ahora bautizado como el Pozo del Suizo, una actividad que acabaría costándole la vida. Sin embargo, fue Manuel Laza Palacio quien realizó un estudio exhaustivo de la cueva en el siglo XX, encontrando monedas almorávides de oro.
“También circulan historias curiosas, como la de que Marco Licinio Craso, uno de los políticos más ricos de Roma, se cobijó durante ocho meses en la cueva huyendo de la persecución de Mario y Cinna en el año 86 a.C. Según Plutarco, Marco se habría ocultado en la Cueva del Higuerón, la actual Cueva del Tesoro, lo que hizo que una de sus salas fuera bautizada como la Sala de Marco Craso”, dice National Geographic.
La excursión de la Cueva del Tesoro es una aventura familiar, de dificultad baja. El último domingo de cada mes, la compañía malagueña Caliope Teatro realiza una “visita teatralizada”.