El pueblo de Tarragona que guarda uno de los castillos templarios más importantes de Europa

Una fortaleza imponente, rodeada por una muralla de 25 metros de alto, que parece surgir de las mismas rocas, construida sobre un cerro, dominó el río Ebro. Las ruinas del castillo están en Tarragona, una de las provincias que forman la Generalitat de Catalunya, en España.

Construido en el siglo XII, el castillo de Miravet, por su arquitectura de formas contundentes y austeras, es bastante parecido a construcciones similares ubicadas en las llanuras de la Toscana italiana.

Al pie del castillo se encuentra el pequeño pueblo de Miravet, de solo 700 habitantes, donde también hay algunas casas que parecen sacadas de la Toscana por sus colores y por la vegetación que las rodea.

La historia del castillo está relacionada con los asentamientos de pueblos prehistóricos, musulmanes y, en especial, con la Orden del Temple, los famosos templarios.

El sitio de Turismo de Catalunya afirma que “Miravet es uno de esos pueblos difíciles de olvidar: tiene un enorme patrimonio histórico, principalmente por su castillo y calles medievales, y porque fue uno de los escenarios de la última batalla del Frente Republicano, la más larga y sangrienta de toda la Guerra Civil española”.

Uno de los lugares a visitar es Cap de la Vila, el antiguo casco urbano que data de la época en que los musulmanes dominaron la Península. Allí destaca la plaza del Arenal, donde se encuentra el Ayuntamiento.

Otro lugar para visitar es la iglesia vieja de Miravet, un edificio de estilo renacentista en el cual se pueden ver magníficas pinturas del siglo XVIII o el altar construido por los caballeros del Temple.

Siguiendo la Calle del Castell se llega a la antigua fortaleza, “el último y más fuerte baluarte de la orden del Temple en Catalunya, y el segundo de arquitectura románica más importante de la Península”, dice el sitio de turismo.

Como se recordará, la Orden del Temple, fue una poderosa orden militar cristiana medieval fundada en 1119 por caballeros franceses y constituidos en Jerusalén para proteger a los peregrinos cristianos en Tierra Santa. Los caballeros templarios se hicieron famosos por su valentía en combate y su habilidad para administrar finanzas, llegando a ser una importante potencia económica en Europa.

Agrega el sitio de Turismo de Catalunya que el castillo “ha sido escenario de todas las guerras posteriores a su construcción: durante la guerra de los Segadores fue el centro de lucha, fue ocupado por los carlistas en las Guerras Carlistas y reconquistado en la restauración Borbónica. Finalmente, fue lugar de lucha durante la Guerra Civil”.

El castillo de Miravet domina una curva del Ebro, donde aún hoy pueden apreciarse parte de las estructuras de la fortaleza andalusí sobre la cual se construyó la fortaleza templaria. La fortaleza andalusí data de los siglos XI y XII, cuando fue construida para proteger la frontera de al-Andalus, durante la ocupación musulmana de la Península.

En la segunda mitad del siglo XII comenzó una nueva etapa de construcción, cuando el conde Ramón Berenguer IV ocupó Tortosa y su territorio. Entre 1151 y 1153, Miravet y Siurana, últimos reductos musulmanes, fueron conquistados por los señores feudales.

Entonces, el conde Ramón Berenguer IV donó el castillo y las tierras aledañas a la Orden del Temple, dirigida por Pere de Rovira.

Los templarios transformaron el castillo andalusí y construyeron el bloque principal, donde están la iglesia, el ala del refectorio y parte de las murallas. Alrededor de 1307, el rey Jaume II, de Cataluña y Aragón, ordenó la detención de los templarios y la confiscación de sus bienes. Pero estos resistieron hasta 1308.

Al disolverse la Orden del Temple, el castillo pasó a la Orden del Hospital, bajo jurisdicción de Amposta. Los hospitalarios abandonaron el castillo entre 1462 y 1472, durante la guerra de Joan II. El poblado de Miravet, entonces, pasó a manos de los partidarios de la Generalitat, pero el Ejército Real lo reconquistó en 1466.

En los siglos XVII, XVIII y XIX el castillo fue ocupado por distintas fuerzas que peleaban en las guerras de los Segadores de Sucesión y carlistas. En 1938, la fortaleza, que estaba en manos privadas, fue ocupada por tropas franquistas. Recién en 1990, sus propietarios lo donaron a la Generalitat, que cuatro años después, luego de algunas reformas, abrió sus puertas al público.