lunes, abril 7, 2025
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Alfredo Palacios y su honestidad, una virtud en estado crítico



Un día un grupo de periodistas decide hacer una suscripción pública para adquirir la casa que habitaba como inquilino desde hacía 40 años el Dr. Alfredo Lorenzo Ramón Palacios, en Palermo. Esto se les ocurrió cuando vieron colocado en el frente de la casa un cartel rojo que anunciaba su venta en remate, lo que implicaba el inminente desalojo de su famoso morador. Todos pensaron con lógica que Palacios no la iba a adquirir por falta de medios, y salir de allí con sus viejos muebles y su carga de libros (una biblioteca muy frondosa, con más de 20.000 volúmenes) sería un evidente trastorno para él.

Consideraron que una colecta popular era posible, más cuando invocarían como pretexto que en el futuro podría convertirse en una biblioteca pública. Proyectaron la creación de una comisión de hacienda con nombres conocidos y respetados que harían las gestiones. Pero coincidieron que ninguna acción podía iniciarse sin antes hablar con el ya veterano dirigente socialista. Le explicaron el motivo. “No hagan eso. Ni se les ocurra”, les dice. Y mirándolos seriamente agrega: “¿Pero es que ustedes creen que como no tengo la banca de senador y he renunciado a todas mis cátedras, soy incapaz de ganarme el sustento?”.

La casa finalmente se remató y fue comprada por el escribano Alonso Romanelli, quien pretendió regalársela a Palacios. Éste no aceptó y entonces Romanelli se negó a cobrarle el alquiler hasta el resto de sus días. Palacios vivió allí hasta el 20 de abril de 1965, fecha en que partió hacia la eternidad. Tenía entonces 85 años.

No está de más, en estos tiempos en que la política viró hacia un negocio lucrativo y la llamada “casta” goza de enormes privilegios, evocar esta historia, apenas una anécdota en la vida de un hombre que, más allá de disensos, cuestionamientos y polémicas, hizo un culto de la honestidad. Una virtud en estado crítico.

Luis Alberto Vázquez hechosypersonajes35@gmail.com

Quisiera relacionar un síndrome que se produjo en orfanatos post guerra en bebés completamente sanos que morían por depresión; específicamente, por falta de amor. Se llamó marasmo. Creo que tantos de los emergentes en salud mental se deben a que se repite este síndrome. Como personal de salud veo que la gente realiza los chequeos y cuidados médicos, que se cuida pero los problemas en salud mental persisten. Por ello creo que sufrimos como sociedad el síndrome marasmo. La gente se siente sola, con mucha carencia de amor y cuidado. Dejen de vender en redes y publicidades que la soledad está bien. Se necesitan vínculos con amor para llevar y sobrevivir a este país.

Verónica Ciolli Ceccato vciolliceccato@yahoo.com.ar

La industria farmacéutica extranjera vive atormentada con la capacidad tecnológica de los laboratorios argentinos y sus habilidades de copia para fabricar medicamentos eficaces y seguros, aunque nunca más baratos. La protección extendida a través de patentes secundarias que se pretenden obtener merced a artilugios, como combinar principios activos con patentes ya vencidas y de dominio público, solo buscan el monopolio absoluto. No deberían ser convalidadas por el Gobierno si su intención es fomentar la competencia en beneficio del consumidor. Las patentes secundarias “evergreen” están en el escritorio del ministro Sturzenegger bajo presión de la industria farmacéutica americana. Un gobierno liberal debería permitir que los consumidores compren medicamentos de países de alta farmacovigilancia de la llamada Lista 1 a través de un organismo de control de recetas y pedidos. Ello obligaría a la industria local a reducir sus precios y sus impúdicas ganancias.

Pablo Gay pabloagay@hotmail.com

A 43 años del conflicto del Atlántico Sur, hace poco, el 2 de abril, honramos a quienes estuvieron ahí, a quienes dieron su vida, como también a los que murieron en la posguerra, a los veteranos y a sus familiares. Y a 19 años de la muerte de San Juan Pablo II, recordamos al Papa que vino desde lejos a rezar por la paz. “Hagan, con sus manos unidas, una cadena de unión más fuerte que las cadenas de la guerra” (Juan Pablo II, 1982, en un fuerte llamado a la paz desde Luján).

Mercedes Moreno Klappenbach mechimorenok@gmail.com



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