lunes, abril 7, 2025
spot_img

TAMBIÉN ES IMPORTANTE

Related Posts

Emmanuel Carrère, de aquel debut a la maestría



La expectativa ante su primer libro –publicado en Francia en 1983, hoy por primera vez traducido y editado en español– tiene con qué nutrirse, especialmente si hablamos de un autor singularísimo, renovador de la crónica literaria y de la “literatura del pensamiento”, si cabe el rótulo. Emmanuel Carrère –como antes Daniel Defoe, Joseph Conrad, Truman Capote– supo hacer de sus ideas algo más atractivo que los hechos; en su pluma, los acontecimientos acaban siendo excusa para desplegar un cosmos propio de digresiones fértiles, epifanías compartidas, empáticas perlas de la prosa. Pero nada de esto brota en La amiga del jaguar.

Algo anticipa, sospechosa, la contratapa: “Un sueño, una biblioteca, una mujer amada, una isla exótica, un jaguar… Víctor sueña que protagoniza una historia que incluye una aventura amorosa y un misterio”, enumera con tono de IA, ambigua y confusa, la espalda del volumen.

Pese a todo, el comienzo del relato no está mal: en un laboratorio de idiomas parisino, donde el protagonista aprende a hablar indonesio, conoce a Marguerite. A partir de ciertos episodios y a través de las cabinas vidriadas de la academia, se enamoran, se encuentran, abandonan el curso, se diría que coinciden. Él viaja casi de inmediato a Java por trabajo, se instala allí, solo, y esa distancia da soporte a una relación por escrito, es decir, por carta, aunque este recurso no propone un novela epistolar sino una estructura cuyo juego constante es validar o no lo narrado; entre otras cosas, lo escrito a Marguerite.

La pregunta insinuada o implícita es: ¿Ocurrió? ¿Fue un sueño? ¿Una alucinación? ¿Un recuerdo? Desde allí, sucesivos viajes, hoteles y una serie de episodios injertados entre sí (no se distingue un hilo narrativo central) donde manda la duda, completan el borroso cóctel argumental.

Cada tanto, destellos de ironía, absurdo, introspección –señales efímeras del Carrère que deslumbrará en libros posteriores– emergen débiles. Se apagan obstruidos por un vicio adolescente: “la ensoñación” en la que todo es posible y por eso todo es difuso, inconexo; parrafadas barrocas, oníricas, desarticuladas, se superponen delatando quizás la juventud autoral del francés que escribió estas páginas a sus 26 años.

El juego del ‘ella sabe que yo sé que ella sabe, etcétera’ puede prolongarse indefinidamente, anidando a perpetuidad las sucesivas cajitas de bombones. Pero llega un momento en que, sin cuestionar la legitimidad de la operación ni desvirtuar el razonamiento, uno se ve incapaz de continuar, porque no se acuerda ya de todo lo que se ha dicho desde el principio ni sabe exactamente en qué inversión está y, sobre todo, “porque está cansado”, nos dice el propio narrador hacia el final de esta novela. Habla aludiendo a la relación de la pareja, pero sintetizando –involuntariamente– lo que provoca, en suma, la experiencia de lectura.

Pocos casos tan instructivos para reconocer la evolución de un autor como este que encarna Carrère en la comparativa entre el antes y el después. En la cronología de su producción, fue avanzando hacia la claridad expositiva, en simultáneo con una apuesta por la complejidad de las ideas (una apuesta por el lector, en definitiva). La amiga del jaguar, que empieza enrevesada, muestra el punto de partida; quizás un primer intento de salir del propio pantano que acosa casi sin excepción a quien escribe, cerrando obra cómo sea.

Muy cerca, le sigue, en 1984, otra ficción, aunque preñada ya de alguna realidad histórica (terreno que devendrá especialidad del autor): Bravura. En ella abarca a los míticos pero verdaderos Lord Byron, su médico John William Polidori, Percy B. Shelley y Mary, esposa de este y, sobre todo, autora de Frankenstein. Tras lo veraz, Carrère ya busca el lado B de las cosas; empieza su revisionismo que, sin buscarlo, resultará, a la larga, casi antropológico.

Al año siguiente, sube la jugada: se mete con la identidad, cuestión que ahondará texto a texto con bisturí. Publica El bigote, cuyo protagonista verifica lo poco recordable (lo intrascendente) que es para su prójimo, y las consecuencias de ese doloroso descubrimiento. Dos novelas más (Fuera de juego y Una semana en la nieve) completan el puente, el salto al neogénero: ¿ensayo?¿manifiesto? ¿biografía? ¿no ficción? ¿Confesión?

Su ojo centrífugo da como resultado un librito deslumbrante: El adversario (2000). En ese breve y letal volumen, la violencia abarca implícitamente cada interlínea pero ocupa apenas dos de sus 176 páginas. Afloran ya, en esa investigación periodística y su recreación posterior –nutrida por intercambios postales con el mismísimo asesino– la ferocidad, la inteligencia, la indagación sobre lo propio y lo ajeno, sobre el bien y el mal, sobre lo real y lo ficticio, sobre las almas incendiarias que nos reflejan. Y, entonces, sí: la voz sobre el tercero para enfocar en uno. Entra en la fase en que cuando escribe, exprime: las vidas de otros, la jugosa realidad de donde él arma un universo. Así llegan obras demoledoras, luminosas: Una novela rusa (2007), De vidas ajenas (2009), Limónov (2011), El Reino (2014), Yoga (2020).

El despliegue entre lo íntimo y lo colectivo cobra forma reciente en V13. Crónica judicial (2023), quizás la más áspera de sus obras, enmarcada en el atentado yihadista en la sala Bataclan de París, donde fueron asesinadas ciento treinta personas durante un concierto, el viernes 13 de noviembre de 2015.

Volviendo al libro que motiva esta reseña, digamos que parece inevitable cierto fetichismo por la primera obra de un artista admirado. La industria olfatea esa demanda y nos suele revelar el pasado del héroe a cualquier costo: cuando el campeón brilla en la cima, cómo no celebrarlo.

Pero todo está cambiando todo el tiempo: esa ley del budismo compatible con la ciencia occidental (la materia y su perenne movimiento) expone la maduración del francés que supo pulirse y encontrar su pluma, su voz, su llama escondida, tras vicios de principiante: esos mismos, revelados en La amiga del jaguar, dan cuenta del “largo y sinuoso camino” en el que escribir y crecer se parecen mucho.

La amiga del jaguar, Emmanuel Carrère.Trad. Álex Gibert. Anagrama, 272 págs.



Source link

Popular Articles