A la vigencia indiscutida de los artistas, hombres y mujeres de la generación dorada del Instituto Torcuato Di Tella, se suma el evidente interés que tuvieron por la indumentaria, y en su aspecto comercial y popular, la moda, como discurso y materia, para desarrollar piezas de arte. En ese sentido, Dalila Doble Plataforma se volvió un emblema del arte pop argentino.
Tal fue el impacto de la obra compuesta por los dieciséis zapatos flúo, encapsulados en los cubos de acrílico, reconocida por el 2° Premio Internacional del Instituto Di Tella en 1967, que ahora estará de regreso referenciada en la muestra Dalila Puzzovio: Autorretrato, desde el 12 de abril, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, como apertura del programa Arte es teatro.
Pino Monkes, jefe de conservación del Moderno, y Patricio Orellana serán los curadores de la exposición organizada en torno a tres ejes fundamentales: la identidad como performance, el trabajo con el cuerpo y las ambientaciones de sus obras inspiradas en espacios de la vida cotidiana.

Pondrá en escena los más de sesenta años de trayectoria, desde las primeras pinturas informalistas que expuso a los 18 años en la galería Lirolay, e incluirá piezas originales, y otras reconstruidas, como el vestido con su nombre plasmado en el frente que vistió en la tapa de la mítica revista Primera Plana y los corsets de yeso en los que se basó para escalarlos y volverlos habitables.
¿El hallazgo? Además, de un extenso archivo documental, habrá obras inéditas y otras poco vistas anteriormente; el epistolario que Puzzovio y su pareja, el artista Charlie Squirru, mantuvieron con Antonio Berni a instancias de la muestra La Muerte; los bocetos del vestuario para La vera historia de Salomé, comedia musical de Miguel Ángel Rondano y el registro fotográfico de Microsucesos, y otro nocturno del ya célebre póster ¿Por qué son tan geniales?

Transversalmente, indagará en cómo Puzzovio se valió de la moda para intervenir el discurso hegemónico del arte, lo mismo sus constantes mutaciones hacia los opuestos, como cuando transitó de la fascinación por los cuerpos averiados al glamour de las colecciones de moda, o de los materiales sintéticos a las alusiones a la naturaleza, y más específicamente de la demolición para la ampliación de la avenida 9 de julio a la construcción vestimentaria para la revista Claudia en 1979.
En diálogo con Ñ, en la casa del barrio de Palermo, donde vivió y creó con Squirru, basta con observar su outfit para corroborar su analogía, que efectivamente, la moda funciona como un abecedario. Es que su atuendo, narra un secreto homenaje a dos clásicos de la vestimenta contemporánea como las rayas navy de la camiseta, inmortalizadas por Coco Chanel a principios del siglo XX, y los polka dots -o estampado de lunares- en blanco y negro, del pantalón, lo mismo el pañuelo anudado al cuello y las singulares gafas de marco naranja.
-Autorretrato es la obra que le da el nombre a la muestra, donde tomó una foto de la modelo Veruschka y le puso su cara, ¿cómo se dio esa ocurrencia?
-En ese momento eran personajes muy vigentes, muy atractivos, internacionales. La idea de la playa me encantó.
-¿Era una ironía sobre la moda y la belleza?
-Sí y sobre el arte, no había ese tipo de autorretratos como obras de arte. Eran cosas más estáticas, eso se hacía con la cámara fotográfica pero no se mostraba en ningún lado.

-Jorge Romero Brest (director del Di Tella) dijo que además solía incluir textos de revistas de moda para referenciar obras, ¿cómo lo tomaron en la escena del arte?
-¡Yo lo tomé con total descaro! Ellos se sentían sorprendidos, porque no era como el autorretrato clásico, sino todo lo contrario; como tomar una realidad fantástica, inventada y presentarla como propia y real. Eran los gustos que nos dábamos en el Instituto Di Tella. Eran imágenes que una pretendía que sean vigentes, como con las plataformas.
-¿Siempre le interesó la moda?
-En mi casa, más que a la moda, había un culto a la imagen. Mi mamá era ama de casa, pero nos vestía a mi hermana y a mí. A mi papá le encantaban los casimires y las telas de seda para las camisas. Había un ritual, que en algún momento del año venían los barcos italianos con marineros que traían los cortes para los trajes, las camisas y las enagüitas.
-En esta muestra estará el vestido de pañolenci rosado que lleva su nombre, con el que se anticipó a las remeras gráficas de los 70 y a la autoreferencialidad actual. ¿Cómo surgió?
-Eran fantasías. Las terminaba haciendo yo, porque no tenía a quien encargarle. No era que iba a la modista y se lo pedía. Eran inexplicables. El vestido que decía “Dalila”, surgió por lucidez. En el grupo Di Tella, donde me incluyo, éramos uno más infernal que otro. Fue para la foto general de una tapa de Primera Plana. A la única que se podía identificar, me conocieran o no, era a mí.

-¿Lo hizo para perpetuarse?
-Para darme el gusto. Por lo menos para saber con quiénes estaba compitiendo.
-Esa prenda se dio en consonancia con la doble plataforma, la obra que la identifica.
-Si y no es una obra que estuviera copiada de ningún lado. Grimoldi era la zapatería más square de Buenos Aires. Yo los usaba. Toda la vida me compraron los zapatos “gomycuer” para los uniformes. Un año me tocaba el de pespunte y otro año, el otro.
-Alguna vez, dijo que esa obra era para que la mujer avizorara el mundo de otra manera. Si las hiciera hoy, ¿qué diría?
-Nunca lo pensé, porque me sirvieron para darme el gusto de hacer lo que tenía ganas en una dimensión que no era la normal. En un color iridiscente para los zapatos, y en una escala, que no era el típico taquito que usábamos. Cambiaba las distancias, era otra la sensación al caminar.

-El mundo del 1967 era muy distinto al de hoy, ¿qué cambió en lo metafórico?
-Lo proponía en el sentido de un cambio de proyección, de visualizar lo que era el futuro. Por supuesto que no era algo que ocurriera, sí desde lo poético, para tratar de imaginar otra realidad.
-Fue la época de empoderamiento de las mujeres, en ese sentido, ¿las plataformas fueron emancipadoras?
-Materialmente cambiaron la proyección de futuro. Hay un retrato lindo de la modelo Blanca Álvarez de Toledo, del cuadro que hizo Nicolás García Uriburu. De otros no me acuerdo, pero ese sí me llamó la atención.
-A su vez, las plataformas resultaron un objeto de culto para las argentinas, y desde el lenguaje de la moda, se volvieron un clásico.
-Sí, y los zapateros me siguieron. Hubo una respuesta. El público tuvo aceptación. Ayudé a las chicas bajas. Yo las usé, pero no eran mis zapatos de todos los días. Si hubiese tenido la necesidad las hubiese usado más.

-También tomó la referencia de los corsets de yeso, lo contrario, del corset de la moda que incluso las mujeres se morían por usarlo.
-El corset medicinal te cura. Iba al Hospital Italiano a buscar los verdaderos. Usé esos y después los hice grandes. Charlie me recibía con los paquetes que después desinfectaba.
-¿Transformaba algo de un cuerpo averiado a un lugar para habitar?
-Sí y para defenderse. Había uno que tenía almohadones, otro tenía una fuentecita de luces como las de Puglia que me había regalado un amigo de mi papá. Y del otro lado estaban las cosas de hule y las coronas.
-También llegó a vestir osos teddy
-En cuanto a vestir y desvestir, la desvestí a Libertad Leblanc para Psexoanálisis. Eso fue muy simpático. Nos llevábamos super bien. Le iba a probar una pulsera y se desnudaba. Era muy graciosa, se podían hacer chistes. Lo de los teddy bear lo hice con el artista argentino Jaime Davidovich, fui su alumna y le tenía mucho afecto. Él estaba trabajando para la empresa de juguetes Russ, me lo encargó y pude hacer cosas lindas. Lo hice con tricot, eran tejidos.
-¿Qué le resultó atractivo del tricot como material?
-Lo tejía yo misma. Usaba la máquina Knittax. Llevé mucho a Río de Janeiro. Sweaters con paisajes que decían Dalila. Y los vendí todos.

-Después de casi 60 años, ¿a qué atribuye la vigencia del Di Tella?
-A la originalidad y la capacidad de haber concretado ciertas ideas, como por ejemplo cuando convencí a Grimoldi padre para que hiciera la obra. Lo mismo con los yesos en los hospitales. Era milagroso lo que conseguíamos.
-Como mujer, ¿le costó generar ese espacio?
-Nunca me lo cuestioné. No era fácil, pero lo lográbamos. Además, no pedíamos permiso y no nos importaba nada si les gustaba o no.
El año de los transgresores
Arte es teatro, el programa anual del Moderno, se compone de diez exposiciones que exploran el diálogo entre las artes visuales y el teatro en Argentina desde los 60 hasta hoy. Son muestras colectivas y monográficas de aquellos artistas “que cruzan los límites entre las artes visuales, el arte vivo, la performance, la música, el teatro y la acción en el espacio público”, según Victoria Noorthoorn, directora del Moderno.
Además, presenta Exposiciones en cartel, un ciclo de exhibiciones que adoptan la forma de espectáculos escénicos, en el Auditorio. En este espacio, la dupla Lolo y Lauti versiona el legendario LP de Jorge de La Vega, El gusanito, en formato de ópera del siglo XXI; la dramaturga Mariana Obersztern crea una obra como apertura de un simposio; Rafael Spregelburd (junto a Zypce), crea una pieza basada en los textos de Rafael Squirru entre 1956 y 1963; Maricel Álvarez (junto a Ayelén Coccoz), lleva una retrospectiva escénica sus personajes ; y el grupo Piel de Lava revisa el cruce entre teatro y performance en la escena under de ochenta.
- 12/4. Dalila Puzzovio: Autorretrato / Curaduría: Pino Monkes y Patricio Orellana
- 12/4. Bárbara Bianca LaVogue: Tu presencia en mí / Rodrigo Barcos, en conversación con Álvaro Rufiner
- 24/4. Jorge Miño: La cuarta pared / Curaduría: Raúl Flores
- 24/4. Valentina Quintero: Un día en la vida / Curaduría: Raúl Flores
- 29/5. Esto es teatro: Once escenas experimentales del Di Tella al Parakultural / Alejandro Tantanian, Andrés Gallina y Florencia Qualina.
- 7/8. Máquina Teatro: El Periférico de Objetos (1990-2009) / Alejandro Tantanian, Andrés Gallina y Jimena Ferreiro.
- Sep.2025. Nacha Guevara: Aquí estoy / Álvaro Rufiner, con la colaboración de Alejandro Tantanian.