Si bien los últimos cónclave duraron entre dos y cuatro días y se desarrollaron en términos generales sin mayores sobresaltos, la historia muestra que algunos fueron extremadamente largos por conflictos y falta de acuerdos. E incluso no exentos de situaciones risueñas.
El cónclave más largo ocurrió tras la muerte de Clemente IV en noviembre de 1268, y llegó a durar casi tres años. Un año después, como no se ponían de acuerdo, decidieron encerrarse en el Palacio Viterbo y, en junio de 1270, algunos frustrados habitantes retiraron el techo para acelerar el proceso.
Finalmente, en noviembre de 1271 Teobaldo Visconti se convirtió en el papa Gregorio X. Un cardenal inglés consideró que haber quitado el hecho permitió que el Espíritu Santo -según la fe cristiana es clave la elección de un papa- descendiera sobre ellos y los inspirara.
A raíz de esta demora, Gregorio X estableció que en los futuros cónclaves la comida se racionara progresivamente. Si no se elegía papa en tres días habría un sólo plato principal. Y a partir de los cinco días sólo tendrían pan, agua y vino.
El último cónclave largo ocurrió en 1831 cuando se necesitaron más de 50 días para elegir a Gregorio XVI. Desde entonces hicieron falta no más de cinco días como fue el caso de la elección de Pío XI en 1922 tras 14 rondas de votación
En 1939 Pío XII fue elegido en dos días; en 1958 Juan XII en 4 días; en 1963 Pablo VI en tres días; en 1978 Juan Pablo I en dos días; dos meses después Juan Pablo II en 3 días; en 2005 Benedicto XVI en dos días, y finalmente en 2013 Francisco en dos días.
Como hasta el cónclave de 1978 las ventanas donde se alojaban los cardenales estaban cerradas -aún no se había construido la residencia de San Marta-, en esa elección estalló una protesta de los de los purpurados demandando su apertura por el tremendo calor, cosa que terminaron logrando.
¿Y el cónclave más corto? Según las normas básicas actuales fue para la elección de Julio II en 1503, que se decidió en unas pocas horas. Aunque en el año 268, en medio de una discusión, una paloma se posó en la cabeza de uno de los fieles y eso se tomó como una señal divina y lo proclamaron papa.