domingo, abril 27, 2025
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“La manada es muy cómoda, tomar distancia es más difícil»



Ascasubi es un mozo de la Casa de Gobierno que desatiende sus obligaciones “para chusmear lo que sucede en Plaza de mayo”, durante la primera manifestación opositora en ese lugar en mucho tiempo. Alcira es una empleada de Cancillería que participa de reuniones de alto nivel entre ministros y embajadores. Carlitos, Antonio y el Conejo son tres jóvenes soldados conscriptos que viajaron a Malvinas y sus familias los esperan. Tres amigos se juntan periódicamente en un bar, una chica escribe cartas a su novio en el frente de batalla.

Todos ellos son los personajes elegidos por Eduardo Sacheri para desplegar la narración de su última novela, Demasiado lejos (Alfaguara, 2025), situada en 1982, en Buenos Aires, durante la guerra que sucedía a miles de kilómetros de distancia y generó en la sociedad una gran euforia, que con el transcurso de las semanas y los acontecimientos trágicos que provocó el conflicto armado se fue convirtiendo en quietud.

En noviembre Sacheri publicará Qué quedará de nosotros, una nueva novela sobre la guerra, pero esta vez situada en el lugar de los acontecimientos.

–¿Cómo fue la decisión de escribir un libro sobre la guerra de Malvinas en 2025?

–Tomé la decisión en primer lugar porque considero que la guerra de Malvinas en tanto reivindicación, reclamo, deseo, sigue siendo una presencia fuertísima en la identidad argentina. Creo que la guerra sucedida en 1982 sigue siendo aún hoy una herida muy marcada en nuestro pasado, muy incómoda y muy silenciada. Silenciada sobre todo en cuanto al rol de la sociedad argentina en general, en el acompañamiento de esos meses frenéticos. Esos son los dos motivos que consideré más que suficientes para escribir sobre el tema: la huella identitaria y el silencio incómodo.

–¿Por qué la acción de la novela transcurre a miles de kilómetros de donde se producía el conflicto bélico?

–Mi plan original, en un primer momento, era abarcar tanto lo cercano como lo lejano, es decir: la guerra, desde mis personajes pequeños habituales, que en este caso serían soldados, suboficiales y oficiales de baja graduación en la lejanía con sus familias, así como empleados de casa de gobierno, tipos que se juntan en un café, o sea, el resto de personajes que sí están en Demasiado lejos. Pero cuando empecé con la escritura propiamente dicha descubrí que me resultaba imposible manejar dos realidades tan diferentes –la guerra concreta, real, experimentada por los soldados y la guerra narrada como un relato que nos contábamos unos a otros a miles de kilómetros– en una misma novela. Por eso mi decisión final fue dividirlo en dos libros: no es que uno sea continuación del otro, pero en Demasiado lejos relato precisamente esa guerra que queda ‘demasiado lejos’ y en Qué quedará de nosotros me ocupo de la guerra real, material y trágica de quienes la experimentaron en carne propia.

–¿Cuáles fueron los hechos que más te sorprendieron al realizar la investigación histórica para escribir la novela?

–Creo que la guerra en sí tiene como dos grandes vertientes: por un lado, el conflicto en la arena diplomática y, por otro, el conflicto bélico propiamente dicho. De la parte diplomática me llamó la atención el error de cálculo feroz del gobierno militar en cuanto a que realmente suponían que la reacción británica sería muchísimo más moderada, y que la intervención de los Estados Unidos se produciría más que nada para poner paños fríos entre dos países que –siempre según el gobierno militar– eran aliados importantes, como Gran Bretaña y Argentina. Ese error de cálculo que rápidamente queda demostrado a los pocos días del desembarco el 2 de abril, pero que confluye después en el otro, el resultado militar de un enfrentamiento directo y rotundo, me llamó mucho la atención. Y en cuanto a lo militar, me sorprendió mi propia ignorancia previa, yo tenía presentes solo los grandes hitos del conflicto: el desembarco del 2 de abril, el envío de la flota, los cañoneos a partir del 1 de mayo, el hundimiento del Crucero ARA General Belgrano el día 2, el desembarco inglés el 20 de mayo y la rendición ocurrida el 14 de junio. Investigar el detalle de la historia militar me demostró lo encarnizado, duro, cambiante y sacrificado que fue el conflicto para muchos de los soldados. Descubrirlo me resultó sumamente ilustrativo para mí mismo. Soy licenciado en Historia y sin embargo la guerra propiamente dicha, el conocimiento sobre ella, estaba en mi recuerdo sostenida totalmente con alfileres.

–¿Con cuál o cuáles de los personajes de Demasiado lejos te encariñaste más?

–Es difícil elegir. Porque con unos te encariñás por algunos motivos y, con otros, por motivos distintos. Pero creo que por el hecho de tener hijos –aunque los míos son un poco más grandes que los conscriptos que fueron a las islas, creo de todos modos que la paternidad juega fuerte en los sentimientos– entonces podría decir que me sentí cercano a lo que le pasa a los padres de Carlitos, Carlos y Marisa, o a la hermana del Conejo, que se llama Magalí. Conejo y Carlos se podría decir que son los personajes con los que más simpaticé.

–¿Cómo fue la experiencia de incluir en la trama personajes periféricos pero cercanos al centro de poder durante la guerra?

–Incluí en la novela una serie de testigos pequeños, casi minúsculos, como pueden ser un mozo de la casa de gobierno, una secretaria de tercera dentro de un cuerpo diplomático argentino o las familias de los combatientes, precisamente porque, en mi concepción de la historia, me importa más el modo en que la historia nos acaece a todas las personas que a los grandes líderes. Ese fue el objetivo, más allá de que algunos de esos personajes sí están en contacto con quienes toman las grandes y trágicas decisiones.

–¿Por qué el libro está dedicado “a quienes intentan no dejarse encandilar”?

–Porque me parece que desde ese demasiado lejos que fue la guerra de Malvinas así como para casi todos nosotros, para mí, que tenía 14 años en 1982, lo que siempre me llamó la atención fue esa sociedad encandilada, entusiasta, festiva, que hacía una celebración casi frívola de lo que sucedió durante esos meses vertiginosos. Por supuesto que las familias de los combatientes sin duda tuvieron una aproximación diferente. Y supongo que estaban bastante solos en esa sensación distinta. Creo que también deben haberse quedado bastante solas las personas que pensaban que eso estaba mal, que era una locura, que apoyar las acciones del gobierno militar en relación a la recuperación de Malvinas era un modo de avalar en conjunto a la dictadura. En realidad, lo pienso para la guerra de Malvinas y para cualquier momento de la historia, aún de la historia reciente o del presente. La manada es muy cómoda. El conjunto, la pertenencia es muy cómoda. Es muy cómodo ir con todo el mundo, en alguna dirección. Más allá de cuál sea esa dirección. Tomar distancia, hacerse a un lado, padecer la intemperie me parece que es más difícil, pero a veces éticamente es lo más correcto.

Eduardo Sacheri presentará el 27 de abril a las 19 su libro Demasiado lejos en diálogo con Jorge Fernández Díaz en la sala José Hernández.



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