José María Muscari, que actualmente tiene nada menos que cuatro obras en cartel, se tomó un rato para tomar mates en Clarín y reflexionar sobre su presente, el éxito, el paso del tiempo y la paternidad.
“Siempre está bueno venir a charlar un poco porque, en general, cuando uno hace notas piensa en cosas que no pensás habitualmente. Mi trabajo tiene tanto que ver con la acción, con hacer; entonces hacer una nota como esta es un poco parar la pelota y ponerse a pensar, conceptualizar cosas de tu propio trabajo que en general uno no las piensa”, dijo el director teatral.
Y rápidamente siguió con su reflexión: “De golpe a veces me pasa que hoy tengo 48 años, y estoy con la obra número 71. ‘¿Cuándo hice las 70 anteriores?’ No hay como una pérdida de conciencia pero sí una cosa como de ritmo adrenalínico que lleva mi trabajo”.
Muscari, actualmente, tiene cuatro obras en cartel: Sex (Gorriti Art Center), la novedad de Sex, la obra (de gira por distintas ciudades del país), Mirtha, el Mito (el homenaje a la gran diva sigue los domingos, a «la hora que Mirtha toma el té», en el Teatro Regina) e Irreverentes, su flamante apuesta.
–Irreverentes arrancó con todo…
-Sí, es un espectáculo dentro del circuito independiente, en el Teatro del Pueblo. Es como mi vuelta a las fuentes, con 27 talentos que tienen más de 60 años. Es una especie de manifiesto contra la vejez. Desde que lo estrenamos el año pasado agota todas sus localidades, con funciones sábados y domingos. Es un espectáculo muy festejado, muy vivenciado, no sólo por la generación de la tercera edad sino también por los jóvenes, porque mezcla cosas muy diversas. En principio, mi hijo me ayudó con la banda sonora, por lo cual en el espectáculo suena música de Trueno, Duki…

-¿Cómo surgió la idea de hacer esta obra?
-Me pregunté ‘¿Qué pasa con esos actores o actrices grandes que le dedicaron su vida a esta profesión pero no son famosos, que no fueron tocados por la varita mágica del éxito? ¿Quién los llama cuando cumplen los 60 años, los 70, 80?’ Y pensé, obvio, tengo que ser yo. Ahí hicimos una convocatoria abierta en la que se presentaron más de 500 talentos. Tenían que ser mayores de 60, profesionales de la actuación y no tenían que ser famosos.
-¿Qué significa esta obra para vos?
-Para mí es un canto a la vida, un redescubrimiento de lo que significa la tercera edad. La verdad que es un espectáculo que a mí me oxigena un montón. Después de años de estar rodeado de figuras o personas famosas.
-¿Y por qué Irreverentes?
-Porque es un espectáculo en donde, como ellos mismos lo definen en escena, son un grupo de autoayuda al que nadie ayuda. Son un grupo de personas que fueron descartadas del sistema, y entonces están de vuelta en la calesita de la vida y no tienen miedo a llamar las cosas por su nombre. Tienen un lenguaje muy deschavetado, un prolapso emocional que les permite decir y hacer cualquier cosa. Y por el otro lado porque son personas que están atravesadas por la música trap, por vestuarios muy estridentes, por un lenguaje y una forma de contar… Abren un montón de tópicos que te hacen pensar en tu propia vida y en tu propia percepción. No todos tienen una conciencia de que en algún momento la vejez nos va a llegar y el espectáculo es un llamado a eso.

-Dirigiste la obra Extinguidas, estás con Irreverentes y el homenaje a Mirtha… Hay como un hilo conductor que tiene que ver con la vejez y el paso del tiempo. ¿Cómo te tocan todos estos temas en lo personal?
-Creo que como todos esos temas los toco mucho en mis obras, en la vida personal ando como más liviano. Tengo una conciencia de que tengo 48 años, que mi cuerpo ya no es el que tenía cuando tenía 30: ya no puedo ir al gimnasio y entrenar como antes, si una noche voy a un cumpleaños y tomo dos copas de más al otro día el cuerpo me pasa factura… Hay una conciencia en mí de estos 48 años que tengo. A la vez, siento que creativamente, mentalmente y emocionalmente me parezco más al de 30 que a mi imaginario sobre lo que iba a ser yo a mis 50. También soy padre de un adolescente de 17 años y eso todo el tiempo me refresca la edad y el lugar de la vida en el que estoy… Hay un montón de cosas que ya no me hacen sentir cómodo seguir haciéndolas básicamente porque veo que tienen que ver con la generación de mi hijo, eso también un poco me ubica en mi edad, pero no tengo un rollo.
-¿No te da miedo envejecer?
-No, al contrario. A ver, el cuerpo obviamente me gustaba más el mío a los 30, porque si engordaba dos kilos me costaba mucho menos que ahora bajarlo. Pero no somos solo un cuerpo, somos un todo, y en ese todo yo te diría que mi versión de hoy me gusta mucho más que mi versión de los 30. Es más evolucionada, más psicoanalizada, más aquietada, con los pies más sobre la tierra… y todo eso se lo debo a la acumulación de experiencia. Uno no puede acumular experiencia para la parte de la sabiduría, de la existencia, pero renegar de cómo esa experiencia acumulada te sacó una pata de gallo o un kilo de más. Trato de armar como una especie de conclusión en relación a todo eso que es el paso del tiempo y mi sensación es totalmente positiva.

-Siempre estás haciendo, generando… ¿Te cuesta frenar?
-No, de hecho frené un montón. Por ejemplo, yo adopté a mi hijo, Lucio, hace casi dos años, y en ese momento detuve todas mis actividades. Durante casi seis o siete meses estuve mucho más introspectivo, muy metido en mi casa. Yo tenía esa sensación de, bueno, Lucio viene de un hogar de tránsito, no quiero que vuelva de la escuela y nadie lo esté esperando para almorzar, no quiero que tenga que hacer la tarea y no tenga quién lo ayude, no quiero que tenga ganas de ir a ver una película al cine y que lo tenga que mandar con otra persona que no sea yo. Hubo como un parate de actividades para decir “bueno, pará, adoptaste un hijo, la vida no puede seguir como si nada”.
José María Muscari y su rol como papá
-¿Y ahora cómo es día a día con Lucio?
-Ahora, que pasaron casi dos años, te diría que sí, que ya hay otro hábitat. Mi hijo tiene 17 años, quiere estar con sus amigos, tiene sus propias relaciones, se va a jugar al fútbol, a entrenar, cuando vienen las vacaciones, se va a la casa de su mejor amiga en Corrientes, arma la ‘pijamada party’ con sus amigos… y ahí yo no tengo nada que hacer más que prepararle la comida o que sepan que soy un referente que está en la casa. Pero al principio, esa conciencia de esa paternidad presente obligatoriamente hizo que yo tenga que detener el ritmo, no solamente de mis espectáculos o de mi trabajo, sino también ese ritmo creativo que yo tengo que a veces ebulle de mí. Y estuvieron buenísimos esos primeros meses en donde todo eso se tuvo que aquietar y la creatividad estaba más puesta en cómo armar el vínculo con un hijo que de golpe llega a tu vida y tiene 15 años. Las vidas tienen que amalgamarse, tienen que empezar a entenderse, a respetarse. Es muy loco el fenómeno de la adopción en donde de golpe sos el padre de alguien y de golpe esa persona es el hijo de alguien. Por elección, además…
-Lo de adoptar a Lucio fue medio repentino, ¿no?
-El poder avanzar y comprarme mi casa propia, poder comprarle la casa a mi madre, tener una madre grande que ya tiene su vida hecha, ser un consagrado en mi trabajo y no estar peleándola como hace veintipico de años atrás; creo que me dieron un espacio mental para decir, ‘bueno, este es un buen momento, donde yo puedo pararme en ese rol de padre, creo que es un buen momento en donde puedo encargarme de la vida de otro en el mejor sentido de la palabra, ¿no? Como esto que te digo de detener un poco la marcha y estar pendiente de sus comidas, de su escuela, de llevarlo inglés, de apuntalarlo para fútbol, de buscar un espacio para entrenar con él, de escuchar lo que siente, lo que le pasa… Y si bien ser respetuoso de la vida de un adolescente que quiere que te metas pero hasta ahí, estar siempre abierto para que él tenga una conciencia de que hay un otro esperándolo para cuando él tenga ganas de abrir determinados temas y poder hablarlos.

-¿Y te cuesta esto de darle su espacio?
-A mí no me gusta idealizar nada en relación a la adopción porque cada historia es muy particular, pero yo tengo un hijo mágico y tengo una relación muy mágica con mi hijo, muy cercana, de mucha comunicación, porque nosotros no estuvimos todo ese tiempo antes juntos, que sí tienen otros padres. Entonces Lucio no tiene la necesidad ahora de despegarse de mí, porque a los 16 o 17 años ya estuvo 15 años conmigo y no me aguanta más. Creo que nuestra historia es muy diferente. Empezamos a estar juntos cuando Lucio tenía 15 años. Por elección, él quiso ser adoptado. Él formó parte proactiva de que yo lo adopte, por lo cual, más allá de lo lógico de un adolescente, que sí, obvio, está mucho tiempo con la Play, está mucho tiempo con el celular… Es lo lógico, es un adolescente, pero tenemos una relación bastante fluida y no se parece la relación de un padre con un adolescente en relación a la cantidad de cosas que compartimos.
-Yo con mi hijo voy al teatro, lo acompaño al cine, mi hijo viene a los almuerzos familiares, cada tanto elegimos una serie, la compartimos y la miramos juntos, almorzamos o tomamos la merienda fuera de casa una o dos veces por semana… O sea, hay espacio de encuentro. Ser padre es un trabajo diario y continuo, por eso hablaba antes de que no me gusta idealizar. Cada situación, cada relación, cada paternidad o maternidad son diferentes y no hay una forma. Yo particularmente tengo una especie de objetivo, de ley interna, que me planteé apenas lo adopté a Lucio, que es como cuando yo la adopté ya era adolescente y ya sabía que los vínculos con los adolescentes son difíciles, todos los días tiene que haber un momento de conexión. Y si hay ese momento de conexión con lo demás me relajo. Y yo creo que sin explicárselo a mi hijo, él intrínsecamente registró esa especie de ley emocional que existe entre nosotros. Es como un código.
-¿Qué otras cosas te gustan de tu vínculo con él?
-Tengo una cosa que está buenísima, que es que Lucio no es un fanático de mi lugar social o de lo famoso que soy o de mi trabajo. O sea, él tiene un gran vínculo con José María Muscari, su papá. Él no sabía quién era, no tenía ni idea y eso para mí es un gran orgullo porque también el prejuicio funcionó en mí. O sea, cuando yo fui convocado para la convocatoria pública dije “había tanta gente anotada que me eligió por quién soy”. Después resulta que en el primer encuentro me di cuenta que él no tenía idea quién era yo, lo cual fue un golpe extraordinario a mi ego y a la vez una potencia emocional espectacular.
-¿Le dijiste alguna vez a él que tuviste ese prejuicio?
-Sí, obvio. Ahora me doy cuenta, si él no conoce a nadie, a nadie. Conoce a Duki, a Trueno y a Mirta Legrand. Ahora conoce a todos por mis obras, pero también era muy loco el fenómeno de “Che, hoy vamos a ir a ver una obra que actúa Leonor Benedetto y Ana María Picchio, ¿sabes quiénes son?”. “No”. “Che, en mi obra actúa Iliana Calabró”. “No”. No ubicaba a nadie al principio.

-¿Te dice si quiere estudiar? ¿Le gustaría algo artístico?
-Ahora está muy enfocado con que quiere ser piloto de avión. Lo llevé a una charla introductoria y este año comienza un curso para pilotear aviones. También empezó a estudiar inglés, porque obviamente es fundamental. A partir de darme cuenta de lo que le pasaba con subir a los aviones, el conocimiento que tenía… subíamos a un avión y me decía “este es un tal y tal, mirá aquel avión que está despegando allá”. Vivimos en un piso 22, tenemos una vista muy despejada y cada vez que pasa un avión le llama la atención, lo mira, es como muy estudioso de todo lo que tiene que ver con los aviones y sigue todas cuentas de aviones en TikTok. Ahí empecé a darme cuenta que había algo, le empecé a preguntar y cuando le tiré como “¿no querés averiguar por el curso?”, se encendió una mecha ahí que ya es un poco imparable.
José María Muscari: qué le diría al Muscari de años atrás y con quién tiene un mate pendiente
-Si te pudieras tomar un mate con el José María de hace 20 años, ¿qué le dirías?
-Le diría que lo que viene para adelante es de mucho esfuerzo, pero que confíe porque todo ese esfuerzo trae un resultado. Y al José María de hace 20 años lo recontra felicitaría por algo del orden de la pasión, de la garra y del ímpetu que tiene, que ojalá le dure hasta los 48.
-¿Y te queda un mate pendiente con alguien?
-No tengo un mate pendiente ni una charla pendiente. Sí tengo el deseo de que ojalá volviera a estar esa persona para tomar mate con ella, que además tomaba mucho mate, que es una actriz a quien yo amé, que significó mucho para mí como actriz y como persona y que significó mucho también para mi aprendizaje personal, que fue Norma Pons, con quien trabajé en tres diferentes espectáculos y en uno que fue muy consagratorio tanto para ella como para mí, que fue La Casa de Bernarda Alba. Así que, sin dudas, si pudiera elegir con quién volver a tomar mate, elegiría a Norma Pons por su sabiduría, por su sapiencia, por su nivel de magia personal.
-¿Qué pensás que te diría viéndote hoy como papá de Lucio?
-Se emocionaría, le gustaría y nos seguiríamos riendo y creando cosas como lo que hacíamos cuando ella estaba viva.