domingo, mayo 4, 2025
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Milei y otro inquietante pico de euforia



Javier Milei está repitiendo un segundo ciclo en sus 16 meses de poder que bascula entre la depresión y la euforia. El primero ocurrió en agosto-septiembre del 2024 cuando alguna volatilidad del dólar y el veto a la recomposición jubilatoria, entre un racimo de razones, hicieron descender su popularidad entre 5 y 7 puntos. La recuperación se produjo por dos razones. La inflación que consolidó una baja encadenada hasta enero del 2025. El éxito del blanqueo que aportó casi U$S21.000 millones y permitió estabilizar el esquema de la macroeconomía.

Ese equilibrio logró estirarse hasta marzo. Existió una confluencia de motivos que volvió a afectar la ponderación presidencial en la opinión pública. Mala praxis: las secuelas de su discurso en Davos de descalificación a las minorías; el llamado criptogate; los imprudentes anticipos de Luis Caputo, el ministro de Economía, acerca de la modificación del régimen cambiario que alumbraría a raíz del nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El trato se cerró un mes más tarde y el Banco Central resignó alrededor de U$S4 mil millones de dólares.

A partir de ese momento y del múltiple espaldarazo político que Washington dispensó a la administración libertaria se produjo, como había ocurrido en 2024, el regreso de Milei al centro de la escena pública. Saliendo de un repliegue ostensible mientras las buenas noticias escaseaban. Una especie de resurrección. Coronada con una metáfora maradoneana que expectoró al hablar en un foro financiero: “La tienen adentro” les dijo a quienes señalan dudas sobre el rumbo económico.

Sus idas y vueltas, casi sin obstáculos, pueden tener explicación. No existe una oposición que logre arrebatarle la centralidad aun cuando quede vacante en los momentos de inclemencia oficial. La radiografía resulta inconfundible: el kirchnerismo está atrapado por el conflicto en Buenos Aires que protagonizan Axel Kicillof y Cristina Fernández. El PRO coloca en juego casi su futura subsistencia con la elección del 18 de mayo en la Ciudad. Le resulta imposible por ahora resolver un dilema: enfrentar a la Libertad Avanza habiendo sido un aliado crucial para la gobernabilidad en los 16 meses de gestión.

Ese papel, por otro lado, ha limitado el comportamiento político del partido de Mauricio Macri. Aunque el ex presidente realza valores del respeto a la institucionalidad, el PRO se sumerge en un silencio llamativo ante cada situación inquietante de Milei en ese campo. Contrasta con la defensa valiente que supo hacer en los tiempos en que Cristina utilizaba la cadena nacional para cuestionar, en especial, al Poder Judicial y al periodismo.

En esta nueva etapa de resurrección el Presidente se ha dedicado a embestir contra el periodismo con una recurrencia y arbitrariedad que desata por lo menos varios de interrogantes. ¿Lo hace por enojo genuino o como producto, quizás, de alguna nueva estrategia?. ¿Será la prensa su blanco dilecto de la campaña electoral?. ¿Pensará de ese modo sustituir a “la casta” política de la cual sacó mucho rédito ante la sociedad con su relato?.

Esas interpelaciones valen porque el mandatario no está sólo en la tarea. Como aquella vez que interrumpió un reportaje televisivo, en los albores del escándalo del criptogate, o prepoteó en el Congreso a la vista de todos al diputado radical Facundo Manes, el joven Santiago Caputo tuvo un gesto intimidante con un fotógrafo que lo estaba retratando al finalizar el debate entre los 17 candidatos porteños. Tomó su credencial, la fotografió con su teléfono y le hizo un señalamiento con el dedo índice.

El episodio sirvió para activar el coro libertario. Milei respaldó a Caputo juniors haciendo un retuit del intelectual de ultra derecha Agustín Laje. ¿Los periodistas te pueden meter una cámara en la cara y acosarte mientras estás tratando de conversar, pero uno no puede sacarle una foto al periodista?, preguntó. “Estos tipos se creen verdaderamente que están por encima de todos y de todo”, remató. Su lenguaje ilustra, en parte, la forma de valorar las cosas y las personas. Su pensamiento ha sido expuesto de manera reiterada. Laje descree de la asimetría del poder. Sería lo mismo el Presidente y un ministro que un empleado bancario o un comerciante. La prédica de una horizontalidad inexistente.

Con su estilo petulante Manuel Adorni completó aquel libreto. Explicó en Casa Rosada que la intención de Caputo juniors habría sido conocer la identidad del fotógrafo para preguntarle luego que tan bien había salido en los retratos. No se ruborizó el portavoz y candidato por lo que dijo. Nunca suele hacerlo.

Milei y sus laderos encuentran a veces el camino desmalezado para avanzar. No se ha podido escuchar una sola repregunta o una respetuosa interrupción en cada una de las entrevistas en las que se encargó de vapulear a periodistas. Curioso. Algunas veces incluso se oyen justificaciones del accionar presidencial. “Tiene el derecho a responder. Tiene el derecho a criticar”, se arguye. Absolutamente cierto. Indiscutido. Tanto como la necesidad de diferenciar un cuestionamiento de un insulto o una injuria. “Repugnantes”, “imbéciles”, “basuras”, son algunos de los calificativos obsequiados por el Presidente al periodismo. Ninguna palabra de ese calibre se disparó contra él desde un diario, la radio o la televisión. El bajo fondo tuitero que frecuenta Milei es otra cosa. Lo conoce muy bien.

El Presidente y Caputo juniors culminaron la avanzada con una advertencia y casi un ruego. “La gente no odia lo suficiente a los periodistas”, señaló el León libertario. “Todavía”, completó el prestidigitador de las redes. ¿Se puede reducir este ejercicio a una faceta del estilo presidencial? . Así parecen entenderlo muchos políticos y ciertos periodistas. ¿O se trata de un mecanismo cavilado para continuar divorciando a la sociedad mientras se buscan puertos desconocidos y alternativos a la democracia liberal? .

Milei se siente de nuevo con mucha fortaleza. Aquella que había comenzado a flaquear cuando estalló el criptogate y lo indujo a realizar promesas públicas que parece haber olvidado. Sostuvo que debía tener más cuidado con sus audiencias y levantar “algunas murallas a su alrededor”. Sobrevolaban los fantasmas por la proximidad en torno suyo de jóvenes que habían incentivado el caso $LIBRA. El enigmático pelirrojo Hayden Davis o el más conocido empresario tecno libertario Mauricio Novelli. No ha pasado nada. El Triángulo de Hierro que el mandatario compone con Karina, su hermana, y Caputo Juniors sigue intacto. Su deslumbramiento por ese joven produjo un pequeño incidente. Lo elevó a un sitial tal en el poder que obligó a Guillermo Francos a aclarar que el Jefe de Gabinete continúa siendo él.

La permanencia de aquel esquema demostraría un par de cosas. Mientras las variables económicas estén estabilizadas (valor del dólar; inflación) Milei parece dispuesto a no introducir modificaciones en su hoja de ruta original. El sistema de toma de decisiones seguirá siendo el mismo. Su equipo de gobierno, en general inconexo, no tendrá modificaciones en la medida que no interfiera en la estabilización precaria de la economía. Quizás haya sido el pecado del ex secretario de Transporte, Franco Mogetta, echado de su cargo por no frenar a tiempo los aumentos de boletos de colectivos en la Ciudad y Buenos Aires. Al tiempo que Caputo senior anunciaba como regalo del Dia del Trabajador la rebaja de un 4% en el precio de los combustibles. Un error imperdonable en un gobierno que tiene anclada su popularidad a la baja inflacionaria. El movimiento en el gabinete descubrió de nuevo otro sello libertario. Cierta improvisación de los cambios.

En lugar de Mogetta fue designado Luis Perrini. Un hombre ligado en su historia al mundo de los seguros con un paso por un medio de comunicación del interior. Sin experiencia en el área del Transporte. Se adjudica el encumbramiento a un propósito de Caputo senior. El ministro de Economía pretende tener bajo control cualquier lugar que resulte sensible para el ritmo inflacionario.

Esa variable resulta crucial para las elecciones que vienen. Antes de la Ciudad están las de Salta, Jujuy, Chaco y San Luis. El Presidente ni se asomó por ahora a esas provincias. Confía en que el interior le responda apuntalado por la experiencia del 2023. Un ejemplo: nunca visitó Misiones, no alcanzó a juntar avales para presentar la lista de diputados y en el balotaje obtuvo más del 57% de los votos. El desafío ahora es diferente: Milei no estará en ninguna lista. La tracción dependerá de los candidatos locales y de la instalación de la marca de La Libertad Avanza.

El Presidente hace, en cambio, una clara diferenciación con la elección en la Ciudad. Ha participado de actos callejeros con Adorni. Disemina spots y afiches junto al portavoz. La envergadura de la disputa, a juicio suyo, es otra. Del resultado del 18 de mayo dependerá que pueda apropiarse del espacio completo del centro derecha, pulverizar al PRO y enviar a boxes a Macri, el ex presidente. Un adicional: el triunfo le permitirá un armado en Buenos Aires, sin condicionamientos macristas, para intentar vencer al kirchnerismo.

Milei parece darle celeridad a sus objetivos políticos. Sin reparar, a lo mejor, en los estados de ánimo de la opinión pública que suelen ser inestables. Un estudio de la consultora ARESCO revela que el Presidente retiene todavía un 50% de respaldo a su gestión. Dividido casi en mitades, entre incondicionales y aquellos que esperan ya este año resultados tangibles. Las expectativas quizás le permitan sortear bien las elecciones de octubre. Después la demanda de su propio electorado con seguridad aumentará. La elección de Macri en 2017 constituye, en ese aspecto, un antecedente aleccionador.



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