jueves, abril 10, 2025
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por qué «reseteó» su vida y ahora tiene una pareja de casas separadas


Damián De Santo tiene tres cosas en la cabeza que lo hacen muy feliz. Una es Umbral del Sol, un coqueto complejo de cabañas en Villa Giardino, Córdoba, del que es dueño y donde está instalado desde hace veinte años. La otra es El beso de Judas, un thriller psicológico que acaba de estrenar y lo tiene como protagonista. Y la tercera es la obra de teatro Una clase especial, donde cantará y bailará junto a Martín Seefeld.

Pero Damián no solo está feliz por este gran momento laboral, sino también porque hace tres años se reseteó. El actor lo define así: “Fue un hermoso momento de conciencia”. ¿Qué pasó? Fueron varias cosas: por un lado, la pérdida de sus padres y de amigos, que lo conectaron con la finitud y entender que “morimos solos”. Y por el otro, la sobrecarga y exigencia en lo cotidiano: “Exploté y empecé a ocuparme más de mí”, sorprende. El torbellino lo llevó a replantearse la vida.

Como en toda explosión volaron cosas por el aire, algunas se fueron y otras se acomodaron. “A ver: necesitaba satisfacer mis necesidades personales. Siempre estuve al servicio de mi mujer, de mis hijos, de mis amigos, de mis clientes. Siempre queriendo resolverle todo a todos. Porque mi cabeza me lo decía. Me desesperaba y quería solucionar los problemas de quien fuera”, revela. “Por suerte paré y ahora estoy más estratégico”, desliza.

En un principio, este cambio generó cierto vacío en su entorno y un barajar y dar de nuevo. “Hace tres años que con Vani, mi pareja, vivimos en casas separadas. Divino. Igual, la veo todo el tiempo porque tenemos las cabañas y nuestros hijos. Pero cada uno maneja sus tiempos y estamos todos bien. Ojo, no es que lo recomiendo, pero a mí me sirvió”, comenta y ríe.

Necesitaba satisfacer mis necesidades personales. Siempre estuve al servivio de todos.

De Santo en una escena del filme El beso de Judas. De Santo en una escena del filme El beso de Judas.

Primer estreno

El lanzamiento del filme El beso de Judas lo tiene súper eufórico. La propuesta lo sedujo desde el vamos: “Claro, el director -Martín Murphy- me dijo que había escrito la película pensando en mí. Te imaginarás que ya tenía el cincuenta por ciento de mi consentimiento. Después conocí a Martín y me enamoré de su personalidad. Es un divino, súper normal, genuino. La gente que yo necesito en esta etapa de mi vida”.

El guión del policial le encantó. Damián ya había coqueteado con ese género en Poliladron y 22, el Loco, tiras de Adrián Suar, entre otras.

“A mí me gusta acompañar la escena con el cuerpo. Fui acróbata cuando era más joven y doble de riesgo en un programa de Juana Molina y en distintas series. Llegué a tirarme cinco pisos en caída libre a un colchón. Practiqué tiro también, así que me gustó disparar en la película. Al principio, pensé: ‘Me agarra medio grande, pero le meto’. Físicamente me siento bien y acepté”, revela Damián.

La película, en la que también trabajan Alfredo Casero, Martín Campilongo, Fredy Villarreal y Adriana Salonia, cuenta la historia de una traición y una venganza. Una persona pierde todo después de un secuestro, incluido a quien más ama. A partir de eso, decide averiguar por sus propios medios quién es el culpable, ya que la investigación policial viene lenta.

“Filmamos muchas escenas en exteriores, que es muy complicado, pero estuvo bueno. No hubo doblaje y el sonido es original. Hay escenas en las que vas a decir: ‘Esto es Division Miami o una película de (Alfred) Hitchcock’”, dice.

Soy muy ansioso y todavía no lo puedo manejar.

-Tu personaje en El beso de Judas quiere venganza, ¿vos sos o has sido vengativo o resentido?

-(Risas) No estaría acá si lo fuera. Tengo tres o cuatro a los que los hubiese pasado a valores, pero pienso que tengo mucho para perder. Además, no sé si voy a poder dormir después. Me parece que la vida se termina encargando de eso.

-Tenés 37 años de profesión, ¿cómo lidiás con los estrenos?

-Duermo menos. Me despierto soñando con escenas. Tengo que agradecerle siempre a la vida. Estamos saludables más allá de los golpes y las pérdidas. Y tengo los pies en la tierra porque voy y vengo. Quiero decir: vivo de la profesión, pero no vivo en la profesión.

-Hace 20 años que te mudaste a Villa Giardino, un hallazgo…

-Sí, es una locura hermosa, una inconciencia de Vanina y mía. Me cambió la vida porque veo la libertad que tienen mis hijos. Camilo va a estudiar para guardavidas por eso se va a Córdoba con el hermano que vive allá hace 5 años. Villa Giardino queda a cuarenta minutos. Hay una autopista que sale desde las cabañas y llegás enseguida.

Damián De Santo y Martín Seefeld saldrán de gira con la obra Una clase especial. Damián De Santo y Martín Seefeld saldrán de gira con la obra Una clase especial.

-¿Cómo es tu vida en las sierras?

-Me levanto temprano y no escucho ni un auto ni una bocina. Es más, a veces me hinchan las pelotas los pájaros. Obvio que es un laburazo mantener las cabañas. Ahora la cosa está difícil y la ocupación no es al cien todo el año. Nosotros, igual, priorizamos pagar los gastos, los sueldos y después vemos lo nuestro. Pero de última estamos trabajando de lo que nos gusta. A veces bancamos la cabañas y otras veces las cabañas nos bancan a nosotros. De repente se rompe una bomba o hay una manija que no anda… Cuando uno alquila todo tiene que estar perfecto.

-¿Volverías a vivir en Capital?

-¡Dios no me lo permita! Volvería a vivir, lamentablemente, si tuviera un quilombo de salud.

-¿Hace cuánto que están en pareja con Vanina?

-Desde el ‘99. Un montón. Ahora vivo a diez minutos de donde era mi casa, que está debajo del complejo.

-¿Este cambio de vida fue por una crisis?

-No, al contrario, fue tomar conciencia y entender qué necesitaba.

Vivo solo. Llego a mi casa y pongo la música que quiero. Me hago fernecito y miro la luna hasta cansarme.

-Imagino que al principio debe haber sido difícil…

-Sí, hablé con todos y les expliqué: “Esto no lo hago más; de esto te ocupás vos o si tenés pelo en las bolas, como les dije a mis hijos,lo hacés vos”. Así de clarito. Ellos me dijeron lo que me tenían que decir porque abrí el juego. Una cagada, porque me dijeron de todo, pero me la recontra banqué. Y bueno, agarré mis petates y me fui a vivir a otro lado.

-¿Hacías terapia cuando explotaste?

-No, pero venía haciendo. Después se murió un terapeuta y dejé. Ahora estoy aplicando lo que el terapeuta me guió. Y lo aplico. Imaginate, cuando vivís en casas separadas en un pueblo se empieza a hablar de que la estás gorriando. Por mí, que digan lo que quieran. Me acuerdo de que el que me instaló el aire acondicionado me dijo: “¿Te picaron el boleto?” Me dio a entender como si me hubieran enganchado con otra. Y yo le contesté: “Sabés que no hay más boleto, boludo, no sé si te diste cuenta que ahora está la SUBE”. Me miró. ¡Qué carajo les importa cómo vivo! (Risas).

-¿Y disfrutás de la soledad?

-Sí, llego a mi casa y pongo la música que quiero. Me hago fernecito, salgo y miro la luna hasta cansarme.

-Volvamos al teatro, ¿cómo te llega la obra?

-Una clase especial es de Daniel Dátola. Hace muchos años que él me dice: “Tenemos que trabajar juntos. Hagamos una obra”. Esta comedia fue un éxito en México. La leí y le dije: “Es una obra para gira y va a ser agradecida en todas las ciudades”. Además, trabajo con Martín (Seefeld), que es un groso. Vamos a cantar y a bailar. Martín baila como los dioses. En los cumpleaños, en los casamientos, somos los primeros que salimos a las pistas con nuestras parejas y hacemos un desastre (Risas).

Damián De Santo se instaló hace 20 años en Córdoba. Foto: Guillermo Adami. Damián De Santo se instaló hace 20 años en Córdoba. Foto: Guillermo Adami.

-Trata sobre un hombre introvertido, inseguro, al que lo abandona su esposa después de muchos años y quiere volver al ruedo. La dirige Manuel González Gil, que es tranquilo como agua de tanque, otro divino. Nos estamos llevando genial. Debutamos en Semana Santa en Córdoba. Después vamos a Concordia, Cipoletti, General Roca, Villa Regina, Viedma, Neuquén, entre otras ciudades. También estaremos en Buenos Aires. Te vas a mear de risa.

-¿Tenés buena relación con tus hijos?

-Hasta que ellos quieran, sí. A mis hijos los voy a querer siempre. Están haciendo lo que les gusta. Eso les proporciona cierta adrenalina y felicidad a su vida. Yo tuve que pelear un poquito más para ser actor. Arranqué estudiando Biología Marina en la UBA, fui preceptor en un colegio nocturno, chofer de una empresa de transporte , después entré en un banco por intermedio de un amigo de mi viejo que se enteró de que había vacantes. El tipo que me tomó en el pre ocupacional, que hoy es muy amigo mío, me dijo: “¿Sabés por qué te llamé? Porque vi en el currículum que estudiabas teatro. Nos va a servir mucho para vender tarjetas de crédito y cuentas corrientes”. Si seguía, hoy quizás era gerente de comercio exterior.

-¿Te imaginabas que ibas a hacer una carrera en la actuación?

-No, yo no sabía cómo iba a ser el futuro. Aposté como cualquier otro, como apostó este pibe, Martín, con esta película a hacerlo con la plata de sus ahorros. Su ópera prima. La verdad es que yo le debo todo a la profesión. También a Romina y su papá, Yankelevich, a Cris Morena, a Adrián Suar.

¿Sabés de qué me arrepiento? De haber hecho muchas cosas y no haberlas terminado.

Tenés 56 años, ¿te pega la edad?

-Sí, me levanto y me duele todo, me duelen las articulaciones. Lo que pasa es que yo he hecho mierda todo. He hecho acrobacia, he hecho salto, todo sin calentar pensando que la juventud me iba a durar toda la vida. Ando en bicicleta, salgo a caminar, pero ya las articulaciones no son las mismas.

-¿Le tenés miedo a muerte?

-Que no tarde nada. Cuando me toque, me gustaría morirme dormido. Ni en un accidente de tránsito como murió mi viejo, aunque creo que él murió en el acto, pero no lo sé.

-¿Te arrepentís de algo?

Soy muy ansioso y todavía no lo puedo manejar. Quiero entenderme. No es una excusa. Soy geminiano. Yo te estoy arreglando un televisor mientras estoy baldeando y estoy sacudiendo el sillón. A la vez, estoy poniendo agua para hacer arroz y estoy cambiando una foto. Es probable que no termine ninguna de las cosas… Y es probable también que se queme el arroz, termine rompiendo la tele o me enoje porque perdí un tornillo.

-Bueno, pero estar lejos de la ciudad te debe ayudar…

-Sí, me baja un montón. Ver el atardecer, por ejemplo. Pero mirá: yo me preparo para eso: voy afuera, me siento en una mesa que tengo en un deck y te juro que tengo que respirar hondo para no decir: “Pinto eso”. O decir: “Mirá cómo está la tapita de la luz, la pinté el mes pasado”. Y le digo: “Vani, traéme el pincel”. No puedo. Es todo un laburo relajar. ¿Y sabés de qué me arrepiento? De haber hecho muchas cosas y no haberlas terminado. En todos los sentidos.



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