Cuando se termine diciembre, se apagarán los dos respiradores que han ayudado a mantener a flote las empresas de los sectores más críticos de la economía, aquellos que por baja demanda o prohibición de trabajar en estos nueve meses de cuarentena aún están con niveles muy bajos de facturación o, directamente, con las puertas cerradas.
Uno ha sido el programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), que significó que el Estado subsidiara al sector privado registrado con una parte del salario.
La ayuda se inició en abril pasado, cuando se asistió a 2,4 millones de trabajadores de 250 mil empresas. A un promedio de $ 20.800 por trabajador, el 40% del empleo en blanco tuvo asistencia en el momento más crítico de la cuarentena. La condición era tener variación nominal cero en la facturación respecto del mismo mes del año anterior, es decir, estar 45% abajo en términos reales.
Desde entonces, la economía se fue recuperando (más algunas regulaciones adicionales que excluyeron algunas empresas) y el ATP fue beneficiando a cada vez menos empresas, porque algo empezaron a facturar.
En octubre, el Ministerio de la Producción redefinió el ATP y lo dejó sólo para los sectores considerados críticos: entretenimiento, hotelería, cultura, turismo, esparcimiento, gastronomía y salud (el transporte tiene asistencia directa por otra vía).
Sólo a salud se le permitió una mejora en la facturación.
Así, para los salarios de noviembre, el ATP llegó sólo a 551 mil empleados de 38.400 firmas. Esto significa que el 91% del empleo privado ya no cuenta con el subsidio salarial.
Para los no críticos se ofreció un Repro II (nueve mil pesos por trabajador) o créditos a tasas blandas.
El problema es que, en diciembre, la ayuda del ATP se termina para todo el mundo, tanto críticos como no críticos, según declaraciones del ministro Matías Kulfas. Sólo hay conversaciones con el sector salud, a quien se apunta a sostener para una eventual segunda ola de contagios de Covid.
Los créditos blandos también terminarían en diciembre, y el Repro se renueva cada dos meses, aunque no está claro si seguirá.
Segundo respirador
El segundo respirador fue el acuerdo del “223 bis”, una figura prevista en la Ley de Contrato de Trabajo –rubricada entre la UIA y la CGT– que permitió que las empresas con trabajadores suspendidos pudieran pagar el 75% del salario y en términos no remunerativos.
Así, quien contaba con ATP y se acogía al 223 bis debía hacer frente a alrededor del 20% de los salarios. Porcentaje manejable para muchos, pero difícil para cualquiera si se acumulan nueve meses sin trabajar.
Ese acuerdo también vence el 31 de diciembre.
Bajo este acuerdo, de los 776 mil trabajadores suspendidos en abril, había a septiembre 478 mil, según el Ministerio de Trabajo.
De no prorrogarse, en enero todos deberán salir a trabajar como si la pandemia hubiera terminado. Pero es probable que para muchos, por restricciones de protocolo o por baja actividad, la normalidad esté lejos en términos de demanda. ¿Subsistirán? ¿Cómo podrán sobrevivir sin el Estado? ¿Y a los que todavía les pesa la prohibición de trabajar? ¿Asistiremos a una segunda ola de cierres?
Sectores
En la provincia de Córdoba hay 229 boliches: ya cerraron 20 en el interior y 16 en Capital, entre los que se cuentan Jet Lag, Gala, Sandokan, Makenzie, Foxy, Get Me y Comadreja.
La Provincia anunció el viernes que estarán prohibidos hasta el 31 de marzo. “La medida es lapidaria”, juzgó José Collado, titular de la Cámara de Boliches.
De los 200 salones de fiestas infantiles registrados en la provincia, quedan apenas 70 en pie. Barrilete, Narnia, Ouija, Kamba, Encantada, Mr Piruetas, Be Happy, Madagascar, Molinete, La Torre de Cubos y Piedra, Papel y Tijera ya cerraron.
Las cantinas escolares, con suerte, trabajaron una semana en el año y tienen el panorama incierto sobre si volverán a hacerlo otra vez. Son dos mil en el interior provincial y mil en Capital, incluyendo quioscos, comedores y fotocopiadoras.
Los centros de convenciones seguirán en stand by. La hotelería y los servicios asociados a estos eventos, igual. El 40% de los hoteles de la provincia, calculan en el sector, cerró durante la pandemia.
“Seguramente se va a negociar por sector. Hay actividades que van a seguir prohibidas, y sin acuerdos de suspensiones ni ATP no llegan a marzo”, evalúa el abogado laboralista Santiago Zarazaga.
“Para nosotros es más importante el 75% de los suspendidos que el mismo ATP”, dice Fernando Desbots, titular de la asociación que reúne a los hoteleros y gastronómicos.
Prevén, sobre todo en Capital, un nivel de actividad del 10% al 20% y no hay forma de sostener al 100% del personal. Mientras, la prohibición de despedir fue prorrogada hasta el 29 de enero.
Si bien todos los sectores han pedido públicamente que sigan las ayudas, y Nación respondió que le urge bajar el déficit fiscal, el panorama cambia para quien todavía no puede hacer girar la rueda.
“Vamos a hacer alguna gestión por aquellas actividades que no pueden abrir”, aseveró el ministro Eduardo Accastello, quien venía trabajando con los boliches en un protocolo para la organización de una “noche controlada” como forma de combatir las fiestas clandestinas.
¿Habrá demanda?
El gran interrogante que se abre ahora es cuánta actividad habrá para que los sectores críticos, que estaban sin trabajar pero con asistencia estatal, empiecen a correr con sueldos, con tarifas, con créditos y hasta con ejecuciones (hoy, suspendidas).
Si bien hay indicios de recuperación, la mejora es heterogénea.
El Covid generó una brecha entre las denominadas actividades críticas, que necesitan de la movilidad o de la concentración de personas, y aquellas que no lo son. La industria, la construcción y una buena parte del comercio están en niveles similares a la prepandemia.
Algunos rubros, sensibles al tipo de cambio, están mejor que en febrero.
En estas ramas no críticas, la mitad de las empresas llegó a registrar caídas superiores al 48,3% interanual real en abril. Para septiembre, según datos oficiales, la mediana se ubicó en -11,3%.
Tampoco eran mieles: en febrero, la caída real era -5%, lo que indica que no se está lejos de alcanzar una normalidad “complicada”.
Eso fue lo que argumentó Nación para la séptima ronda del programa ATP, cuando las empresas de sectores no críticos dejaron de ser beneficiarias del salario complementario y pasaron a ser elegibles para el crédito a tasa subsidiada reconvertible en un aporte no reintegrable si cumplen con metas de empleo.
Pero otros rubros tienen niveles de afectación muy severos, como transporte, turismo, deportes, gastronomía, servicios personales, salud y entretenimiento.
En febrero, no tenían diferencias con las actividades no críticas y estaban 5% abajo interanual en términos reales. En abril, la mitad de las firmas en sectores críticos tuvo caídas superiores al 85% real, y, en septiembre, la mediana de la variación de la facturación real interanual pasó a ser del 60%.
Esa mejora fue más evidente en la gastronomía, que pasó a estar habilitada en gran parte del país, pero la situación es tremenda en actividades culturales o de esparcimiento.
“Hay sectores que están tan abajo en volumen que aun con facturación con inflación se les aplicaría el ATP si siguiera”, sostiene el economista Gastón Utrera, cuya consultora Economic Trends elabora el Monitor Estadístico de Actividad Industrial de Córdoba.
“Diciembre sería el octavo mes de ayuda y se sigue necesitando, aunque sean nueve mil pesos por empleado, que ayudan a no despedir”, aporta Luciano Brunotto, de Castillo & asociados.
El texto original de este artículo fue publicado el 7/12/2020 en nuestra edición impresa.