Lo esencial es invisible a los ojos, decía El Principito. Sobre todo, cuando se levanta semejante polvareda. La guerra de tarifas desatada por Trump, que ahora parece concentrarse en la relación comercial con China, tiene en vilo a todo el mundo. El asunto es estar preparados para lo que pueda venir. Para ello, conviene hurgar no tanto en lo que hacen los gobiernos, sino las tendencias de la “vida real”. Y esta semana hubo varios hechos que subrayan la tendencia de fondo. Veamos.
El primero fue el evento de Agri Benchmark, por primera vez en la Argentina. Es una organización internacional de productores y profesionales, que viene analizando y comparando la agricultura en todo el mundo, con eje en la competitividad económica y ambiental. De la mano de sus socios argentinos (Bedrock) dio lugar a un excelente intercambio y debate, y fue una gran oportunidad para remarcar las ventajas competitivas desarrolladas en estas pampas.
Con la siembra directa (SD) como abanderada de un proceso que pone al país en la vanguardia de la nueva tendencia, que discurre bajo el paradigma de la sustentabilidad. Pero no todo es la directa, a lo que más recientemente se sumó el “siempre verde” de los cultivos de servicio. Así, los organizadores seleccionaron propuestas exitosas en lo económico y ambiental, como la aplicación selectiva (Deepagro) y los cabezales stripper ultralivianos (G-FAS).
Y un hallazgo de enorme dimensión: el rol de los contratistas, que por primera vez aparecen como fuente indiscutible de la competitividad alcanzada en estas pampas. Federico Colombo, CEO de Virreyes, una organización que siembra más de 50.000 hectáreas (todo en SD) y cien por ciento con contratistas, a quienes seleccionan pero también ayudan a que accedan a las últimas tecnologías. Como culminación del evento, la delegación visitará a los hermanos Testa, prestigiosos contratistas que incluso certifican normas ISO y tienen convenios con los líderes en aplicaciones AgTech.
Un punto muy fuerte fue la presentación de los datos de un millón de hectáreas de medición de huella de carbono, bajo la iniciativa de uno de los grandes traders mundiales (Viterra, que está cerrando una combinación de negocios con Bunge, nada menos). La idea es diferenciar la producción agrícola argentina, resaltando precisamente su menor huella de carbono.
En esta línea, se publicó esta semana el estudio de la huella de carbono de la producción de maíz en la Argentina, una iniciativa que lanzó Pedro Vigneau durante su mandato al frente de Maizar. Los resultados son concluyentes: nadie en el mundo produce maíz con menos emisiones de CO2. Esto tiene una gran trascendencia, porque impacta en toda la cascada de productos que se obtienen a partir de este cereal. Desde los pollos y cerdos, a la carne vacuna, huevos, lácteos y biocombustibles. Para poder vender etanol a la Unión Europea, hay que certificar una reducción del 70% de las emisiones respecto a los combustibles fósiles.
Y para subrayar la idea de que esto ya no es una cuestión de los gobiernos, esta misma semana, PepsiCo Argentina llevó a cabo una nueva edición de Demo Farm, su encuentro anual de buenas prácticas agrícolas. Desde el Parque de Papas del productor líder Walter Hernández, en Comandante Nicanor Otamendi, esta edición marcó un antes y un después en la industria, con la participación de McCain, Simplot y Lamb Weston (que está inaugurando una planta en la que invirtió 300 millones de dólares).
Por primera vez, las principales empresas del sector se reunieron en un mismo espacio, consolidando un hito histórico y un punto de encuentro clave para la colaboración en la región. Se compartieron conocimientos, experiencias y soluciones innovadoras para impulsar una producción más sustentable y eficiente.
Cosas que están pasando, y que se verán mejor cuando se disipen los nubarrones.