“Estábamos durmiendo y escuchamos ruidos en la casa, pensamos que era un ladrón. Fuimos a mirar y encontramos a mi hijo en pijama semi dormido en la escalera yendo para la terraza. Nos dio mucho miedo ya que mi esposa fue sonámbula y una vez atravesó un vidrio”, cuenta preocupado Federico, quien hace solo unos días tiene una inquietud nueva: qué cuidados tomar si su hijo es sonámbulo.
Quienes tienen o tuvieron un familiar sonámbulo, saben lo inquietante que puede llegar a ser. ¿Puede lastimarse o lastimar? ¿Cómo cuidar a una persona que se mueve dormida? Dos expertas en sueño explican qué es el sonambulismo, cuándo y por qué aparece, y qué cuidados son imprescindibles.
Sonambulismo: qué es
El sonambulismo es un trastorno del sueño común en la infancia, que por lo general desaparece a medida que la persona crece, aunque hay un porcentaje pequeño de adultos que lo padece.
“El sonambulismo también es llamado paseo durante el sueño, dado que el paciente sale de la cama, de su habitación y camina por la casa con los ojos abiertos y la mirada perdida, pero sorteando obstáculos”, introduce Stella Maris Valiensi, doctora en Neurología de la Asociación Argentina de Medicina del Sueño (AAMS) y del Hospital Italiano de Buenos Aires.
Y agrega que las personas sonámbulas suelen tener eventos una sola vez por la noche, con una frecuencia variable durante el mes, y sus comportamientos suelen también variar.
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Sofía Luján, neuróloga especialista en sueño, explica que el sonambulismo se inscribe dentro de las parasomnias, que son aquellos trastornos del sueño que engloban comportamientos o experiencias anormales.
Dos tipos de parasomnias
Luján indica que las parasomnias pueden llegar a ser muy variadas, y que se clasifican fundamentalmente según la etapa del sueño en el cual se producen: parasomnias del sueño NoREM y parasomnias del sueño REM.
Se estima que las parasomnias afectan aproximadamente a entre el 15 y el 20% de los niños y el 4% de los adultos, apunta.
“Las parasomnias del sueño NoREM incluyen los trastornos del despertar, los terrores nocturnos y los despertares confusionales”, aclara Luján.
El sonambulismo se ubica entre los trastornos del despertar, «el grupo más variado de comportamientos caracterizados por un estado incompleto de despertar a partir del sueño profundo y, por lo tanto, combinan características de ambos estados: por ejemplo aquellos propios de la vigilia, como hablar, caminar -el caso del sonambulismo- o comer; pero con la inconsciencia propia del sueño”, describe.
En este sentido, Valiensi apunta que los eventos de sonambulismo suelen ocurrir en el primer tercio de la noche, durante el sueño profundo: entre los primeros 30 minutos y las primeras dos horas de haber conciliado el sueño.
También apunta que si bien el paciente tiene los ojos abiertos, y puede actuar como si estuviera despierto, al estar inconsciente no suele recordar lo acontecido, y suele arribar a la consulta por lo que cuentan los testigos, o ante algún accidente producido durante uno de esos episodios.
¿Qué puede llegar a hacer un sonámbulo?
Una de las principales preocupaciones ante estos cuadros es qué pueden llegar a hacer, si se lastimarán o podrían correr riesgos ellos mismos o las personas de su entorno, como hermanos.
Esta preocupación no es menor, dado que es un momento en el cual el resto de las personas de la casa duermen y pueden no estar alerta para anticiparse a los movimientos que se produzcan dentro de la casa.

“Pueden abrir puertas, incluso usando llaves, desordenar cajones y armarios, ordenar el escritorio, asomarse a una ventana, vestirse, escribir, abrir la puerta y salir, sacar dinero de un cajero automático, orinar en una papelera o en el suelo, bañarse, subir escaleras, cargar pistolas y conducir largas distancias”, enumera Valiensi.
Y aclara que si bien todas estas acciones pueden ser realizadas a la perfección, tanto la manera de desplazarse como la capacidad de realizar acciones complejas “no es natural y recuerda a la de un robot”.
Qué hacer
Ahora bien, ¿qué hacer ante esta variedad de posibles conductas? ¿Es cierto que no debemos despertarlos? Luján admite que aunque no suelen tener comportamientos violentos, sí pueden llegar a reaccionar mal si son despertados por un tercero.
Entonces, por un lado, recomiendan tomar medidas preventivas, como cerrar puertas y ventanas, y que las llaves no estén accesibles. “Si son niños y dóciles se los puede acompañar y conducirlos a la cama», dice Valiensi.

Existe la posibilidad, aunque no es frecuente, de que reaccionen de manera perturbada al querer conducirlos a la cama, por eso recomienda en esos casos acompañar sus acciones sin forzarlos.
“Los sonámbulos pueden autolesionarse o producir lesiones a las personas que duermen con ellos en forma de laceraciones, hematomas y fracturas. Por eso, sobre todo en niños hay que tomar medidas preventivas por ejemplo cerrar balcones y puertas”, refuerza.
Otra medida preventiva, propone Luján, es de acuerdo con la edad y personalidad del niño, explicarle que tiene esos comportamientos para alertar a sus cuidadores si se quedara a dormir en un lugar que no fuera su casa.
Por qué ocurren
Ahora bien, ¿qué factores inciden en su aparición?
Luján explica que los episodios se relacionan con el sueño fragmentado y con un aumento del número de despertares, “por lo tanto, es más probable que ocurran después de cambios en la rutina habitual de sueño, de una privación aguda del sueño o en contexto de factores estresantes psicosociales”.
Entre estos últimos, Valiensi destaca el estrés que puede generar estar en época de exámenes, un cambio de vivienda o de entorno, peleas con los compañeros de colegio, entre otros.
“También debe tenerse en cuenta los trastornos respiratorios del sueño, como la apnea u otros trastornos del sueño, el uso de medicamentos, el consumo de alcohol o drogas también pueden actuar como desencadenante”, asegura Luján.
En tanto, Valiensi indica que todo aquello que pueda producir un despertar durante el sueño en un paciente predispuesto puede ser un factor desencadenante, como ruidos externos, haber tomado alcohol antes de acostarse, una cena copiosa con mucho hidratos de carbono, o la necesidad de orinar.
Diagnóstico y tratamiento
Luján indica que ante la sospecha, el diagnóstico de las parasomnias se realiza mediante un análisis de los datos aportados, en general por parejas o convivientes (ya que la persona que las padece suele no recordarlas).
“Dicho relato es fundamental para caracterizar los comportamientos, además del estudio del sueño del individuo con polisomnografía y diarios de sueño», precisa.
Y agrega que se suele indicar tratamiento si los eventos pueden asociarse a riesgo de accidentes para el propio individuo o si deterioran la calidad del sueño.
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