lunes, marzo 17, 2025
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el maligno legado del asesino serial argentino y su impacto en la criminología


La violencia incontrolable de Juan Catalino Domínguez se desató en 1944, tras un engaño amoroso: descubrió una infidelidad de su esposa.

Luego de ese episodio, Domínguez pasó de ser un trabajador rural reconocido por su oficio como alambrador, a convertirse en un prófugo tan temido como perseguido por una serie de homicidios que marcaron la historia criminal argentina.

Su primer acto de venganza se produjo en Dolores, donde mató brutalmente a martillazos a dos personas. Estos crímenes marcaron el inicio de un sangriento periplo que lo llevaría a ser protagonista de portadas y debates nacionales.

El violento final de Domínguez llegó cuatro años más tarde. Su historia, teñida de rencor y violencia, es un ejemplo trágico de cómo un hombre común puede transformarse en un asesino serial implacable.

Juan Catalino Domínguez: el maligno legado del asesino serial argentino y su impacto en la criminología

Buscado por la policía por varios homicidios, Domínguez logró escapar de las autoridades en más de una ocasión.Buscado por la policía por varios homicidios, Domínguez logró escapar de las autoridades en más de una ocasión.

La vida de Juan Catalino Domínguez, oriundo de Rauch, dio un giro trágico en 1944, cuando trabajaba como cuidador de la casa de un industrial porteño en la Loma de Stella Maris, en Mar del Plata, donde vivía con su mujer y su hija.

Un episodio de traición desencadenó su lado más oscuro. Tras descubrir la supuesta infidelidad de su esposa con Rafael Luchetti, un conocido que hospedaba en su hogar, se enfrentó a éste en una pelea que terminó con Catalino herido, tanto física como emocionalmente.

Determinado a vengarse, Domínguez inició un camino de violencia que pronto lo convertiría en un prófugo peligroso. El primer acto de su escalada criminal se produjo en Dolores, donde asesinó brutalmente a Gregoria Rozas, madre de Luchetti, y a su concubino, Francisco Peñalba, tras no obtener información sobre el paradero de su esposa y sobre todo su hija, su principal obsesión.

Para eludir a la justicia, Domínguez adoptó múltiples identidades, como Pedro Montenegro y Donato Aguirre. Pero, además, en su huida dejó un reguero de crímenes en la provincia de Buenos Aires. Entre ellos, el asesinato de un anciano en Azul y de dos trabajadores rurales en Chillar, actos que ejecutó con una frialdad que alimentó su reputación como un ser implacable y cruel.

Tras huir de Buenos Aires, su rastro se extendió por la provincia de Mendoza durante un periodo, para volver tiempo después al llano bonaerense de donde logró escapar de las autoridades en más de una ocasión.

Sus conocimientos del terreno rural y su habilidad para ocultarse en montes y lagunas le permitieron eludir la captura durante meses. En ese tiempo se unió a una banda de cuatreros, con quienes cometió robos y asesinatos que incrementaron su fama de hombre peligroso y despiadado.

Unido a una banda de cuatreros, junto con su cómplice Orlando Rosas asesinó a tres personas en una estancia cercana a Balcarce.Unido a una banda de cuatreros, junto con su cómplice Orlando Rosas asesinó a tres personas en una estancia cercana a Balcarce.

En uno de sus ataques más violentos, junto con su cómplice Orlando Rosas, Domínguez asesinó a tres personas en una estancia cercana a Balcarce. Los cuerpos y el automóvil de las víctimas fueron ocultados en un campo.

Su posterior regreso a Mar del Plata y sus andanzas por la región lo consolidaron como «El feroz asesino de las pampas».

El 18 de abril de 1948, una partida policial lo localizó en el puesto La Espadaña, en General Madariaga. A pesar de estar armado, fue abatido tras un breve enfrentamiento.



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