“Soy genuina y feliz”, se autodefine Alexa Pettone. Tiene 38 años, fue la primera mujer trans en ser aceptada por la Confederación Argentina de Patinaje; es parte del elenco de la serie En el barro -spin off de El marginal-, actuó en la película Yo nena, yo princesa e inspiró el libro Soy Alexa (Chirimbote).
Tal como ella misma aclaró, decir que es una sola sería mentir: “Todo el mundo tiene diferentes lados que se van puliendo con los años, con el viento, con el calor… y depende desde dónde te miren va a haber una forma distinta”.
Las infancias trans existen
Alexa vive en San Pedro, viene de “una familia trabajadora de clase media-baja muy convencional”, tiene cuatro hermanos y, según ella misma, desde muy chiquita advirtió lo que muchos años después pondría en palabras: la identidad de género no comienza en la adultez, sino en la infancia.
“A los 5 años empecé a manifestar una disconformidad con lo que me presentaban mi papá y mi mamá, con eso de pertenecer a un sistema binario: en los juegos, en las costumbres, en la forma de vestir”, recordó.
Una de las anécdotas que más perdura en su memoria es la de los delantales que usó en el jardín de infantes. Al principio, en el maternal, todos tenían un guardapolvo del mismo color. Pero al cambiar de institución los niños debían llevar uno celeste y, las niñas, uno rosa.
“Yo preguntaba por qué no podía tener ese color, como las nenas, y mi mamá me decía que no porque era un nene. Hice una crisis de llanto, no quería ir más. Y negocié con ella que no me iba a poner el rosa porque mi papá no iba a querer, pero iba a ir con el delantal del jardín anterior, el azul”.
La actitud de su madre desde ese momento y para siempre fue igual: amor y contención, aún sin contar en aquellos tiempos con las herramientas y la información necesarias. “La particularidad de este caso fue que mi mamá tuvo la sensibilidad de poder tratar de entender, sin saber ni ahí de una identidad trans o una infancia trans, pero sí tenía ese amor de mamá, esa empatía, esa sabiduría de de madre”, destacó Pettone.

El rol materno fue clave en la vida de Alexa: “Ella pudo entender, abrazar y acompañar, y esto permitió que yo pudiera estar un poco más libre con los juegos. No así papá, pero bueno, mamá generaba estos espacios para que eso sucediera”.
A poco de alcanzar las cuatro décadas, la actriz y patinadora comprende las dificultades que enfrentó su familia y destaca que mantiene un gran vínculo con todos ellos. “No existían libros ni historias que contasen sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras realidades, sobre otros casos. No existió esa oportunidad del derecho al conocimiento de una mamá o un papá mediante todo ese tipo de herramientas. Era imposible, ante esa negación, que puedan tener esa información”.
Así, pese a que los tiempos de su padre fueron más largos, también contó con su apoyo: “Me llevo muy bien con mi papá. Creo que le costó mucho más por su crianza, su conservadurismo, viene con un pensamiento distinto. Le costó romper todas esas barreras para dar paso a esa hija. Fue descubriendo y quitándole las oscuridades a todo lo que pensaba del travestismo, lo transexual o lo transgénero y vio que era mucho más simple de lo que él pensaba”.

La adolescencia
La Ley de Educación Sexual Integral (ESI) N° 26.150 fue sancionada en 2006 y Pettone egresó de la escuela secundaria en el año 2004. Esa etapa fue probablemente la más difícil, asumió.
“La preadolescencia y la adolescencia son momentos un poco más complicados al momento de reconocer tu identidad de género; imaginate para una adolescente en esa búsqueda, sin siquiera educación sexual integral. A mí ni se me hablaba de eso”, rememoró.
“Yo permanecí en una escuela que no pudo leer mi nombre, ni mi cuerpo, ni mi permitió el baño que yo quería, ni tener en el registro el nombre que yo elegía. Hubo una escuela que no supo leer absolutamente nada de lo que yo era”.

Alexa se anotó en una escuela técnica para permanecer en un grupo de pares con quien compartió la primaria: “No me iban a violentar porque ya me conocían, era la única posibilidad de cuidarme. Esto habla también de las realidades de las infancias y adolescencias trans, que no nos permitimos poder vivir tan libre y sanamente, siendo tan chiquititas, siempre tenemos que estar pensando estrategias para pasar desapercibidas o sufrir menos”.
Volver
Al terminar el colegio Alexa dejó San Pedro y se fue a Rosario. Fue en ese entonces que realizó su transición. Un año después volvió a su ciudad natal y a la casa familiar, pensando: “Bueno, ya está. Es esto. No hay vuelta atrás. Que esté quien esté y, quien no, no me interesa”.
Repasa cada paso que dio y detalla que escribió una carta a su mamá y a su papá, temiendo quizás ser parte de la gran estadística de personas trans que son expulsadas de su hogar. “Por suerte, no me echaron, me abrazaron, sino no sé qué hubiese sido de mí en ese momento, con 18 años…”.

¿Qué anhelaba en ese momento? “Lo único que pensaba era que quería una vida súper sencilla siendo Alexa, nada más. Poder convivir en lo cotidiano, en lo doméstico, poder transitar las calles, hacer patinaje, el deporte que siempre hice, sin ser insultada”.
El patinaje fue más que un deporte para ella: fue su refugio, su terapia y hasta, un modo de sanar. En sus momentos más oscuros, los patines fueron su mayor aliado: «Eran mi descargo. Cuando dicen que el deporte sana, es cierto. A mí me salvó, me rescató».
Y así fue escribiendo su propia historia: compitió de modo profesional en la categoría patín carrera; actuó en la película Yo nena, yo princesa y en el spin-off de El Marginal en Netflix, que aún no se estrenó; y su vida fue llevada al papel en el libro Soy Alexa (Chirimbote).
Aún queda mucho presente y futuro para ella: “Pensar en la vejez es muy difícil. Para nosotras es más difícil poder formar una familia, tener hijos. Es complejo, yo no lo pienso, no sé cómo será”.

“Nuestra venganza será llegar a viejas”, decía la activista Lohana Berkins. Alexa Pettone ya fantasea con ser parte de esa revancha: “Me imagino siendo una vieja sabia, en una casita rodeada de plantas y que cuando pasen por allí muchos digan ‘acá vive una viejita que era actriz, que escribía y que se desnudaba en el río’”.