viernes, abril 25, 2025
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El día que Yuyo Noé contó por qué le seguiremos «dando pelota»



Luis Felipe “Yuyo” Noé, el gran pintor argentino, murió el 9 de abril a los 91 años. Apenas supe la noticia, me acordé de una entrevista que le hice hace casi dos décadas. No es que no hubiera otras notas. Yuyo siempre estaba creando cuadros y libros sobre arte y se hacía un hueco para contarlo.

Pero recordé a Yuyo Noé en 2006, en su taller de San Telmo, con un chaleco negro que había decidido usar para las fotos, trayendo una pila de catálogos a la charla.

Yuyo Noé ya me había regalado el primer párrafo de la entrevista. «Me molesta cuando me preguntan por mis influencias pictóricas. Es como si me dijeran: ‘A ver, usted que es medio idiota, ¿de dónde sacó una idea?’, lanzó.

«Claro que hay pintores que me inspiraron. Por algo, en el catálogo de la muestra de mi Serie federal, de 1961 –la primera exposición que realizó–. salgo abrazando un busto de Goya. Pero yo digo que el pintor que más me influyó fue Juan Domingo Perón”, agregó Yuyo y se rió.

Cada tanto, Noé lanzaba una frase así, taxativa, en general, irónica. Pero se tomaba al arte en serio y era muy generoso la hora de compartir lo que pensaba.

El gran legado de Yuyo Noé suele resumirse en dos hitos.

Pintor de la historia, los mitos y la naturaleza, Yuyo Noé fue un emblema de la Nueva Figuración, grupo que fundó en 1961 con Jorge de la Vega, Rómulo Macció y Ernesto Deira para conciliar figuración y abstracción.

El otro hito aparece en su libro Antiestética de 1965: son las indagaciones de Noé sobre el caos, que ayudaron a que, finalmente, a los 75 años, representara al país en la Bienal de Venecia.

“Ojo, para mí caos no es una mala palabra (…) El concepto de orden es estático y el de caos, dinámico. El asunto es asumir el caos, es decir, la estructura latente en los procesos de cambio”, explicó.

Entre 1964 y 1968, Yuyo Noé vivió en Estados Unidos y cuando volvió al país echó a rodar la leyenda de que había tirado toda su obra de aquellos años al río Hudson, a tono con la idea reinante sobre que el arte se disolvería en la vida o nada.

“Unos teóricos franceses hablaban de ‘imagen acción’. En los años 70 se sabe lo que era entrar en acción en Argentina. Todo se enredó demasiado y entré en crisis”, recordó Yuyo.

Yuyo Noé se puso un bar y hasta mitad de aquella década no volvió a pintar. Pero siguió pensando en la pintura. Después de retomar, apoyaría además la valoración del dibujo, tantas veces considerado un arte menor.

Ya en este siglo señalaba que su desafío era encontrar una imagen integral en un mundo estallado de imágenes.

¿Qué lugar le daba Yuyo Noé a esos hitos? Ya en 2006 estaba cansado de que lo definieran sólo así. Siempra andaba investigando para hacer algo más. Luego llegó a decir: “Me tratan como a la viuda de un pintor de los 60”.

Igual le pregunté a Yuyo por el legado de la Neofiguración. “Que hablen los otros, porque mi visión no corresponde, qué sé yo qué les dejó a los demás”, respondió y, por eso, fue a buscar los catálogos.

Entonces leyó a Jorge Romero Brest, ex director del Museo Nacional de Bellas Artes y del semillero de Artes Visuales del Instituto Di Tella, 1966: “El despertar se produjo abruptamente hace unos 5 años… Y no sólo porque estos neofigurativos aparecieron al mismo tiempo que los demás … Ni porque tuvieron más calidad que otros aquí. Sino porque se expresaron con más libertad”.

Después, leyó a Aldo Pellegrini, 1965: “Este grupo ha llegado a la máxima libertad creadora”.

“Ese es el punto –subrayó Noé-. Y hay que destacar la actitud de Alberto Greco, que más que informalista era antiformalismos. Ahí comenzó a desarrollarse otro espíritu… Bueno, por esto empezaron a darnos pelota”. Y se la seguiremos dando.



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