La depresión afecta a más de 280 millones de personas en todo el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta cifra representa cerca del 5% de la población adulta.
Las mujeres tienen el doble de probabilidades de sufrir depresión en comparación con los varones, indican los expertos de la Clínica Mayo de los Estados Unidos. Las razones: desde factores hormonales hasta desigualdades sociales y de cuidado.
Si bien los signos más conocidos de la depresión incluyen la falta de energía, el aislamiento social y los trastornos del sueño, hay otros indicios menos evidentes que también pueden ser señales de alerta, como los cambios en el apetito y los antojos alimentarios.
Tener antojo repentino de ciertos alimentos puede estar vinculado a un desequilibrio emocional. Lejos de tratarse solo una “gula pasajera”, este tipo de comportamiento puede ser una manifestación oculta que muchas veces pasa desapercibida.
Especialistas en salud mental sostienen en el sitio Su Médico que un cambio repentino en las preferencias alimentarias puede tener relación con la depresión, un trastorno que afecta a millones en el mundo y que no siempre se detecta por los síntomas clásicos como la tristeza o el desgano.
Un estudio realizado por la Universidad de Bonn, en Alemania, detectó que las personas con depresión tienden a buscar más alimentos ricos en carbohidratos y azúcares, como pastas, arroz, dulces y chocolates.
Estos alimentos estimulan la liberación de serotonina, una hormona vinculada con la sensación de bienestar, lo que podría explicar por qué el cerebro deprimido los «pide» como un intento de autorregulación emocional.
De hecho, cuanto más intensos son los síntomas depresivos, mayor es el deseo por obtener ese alivio químico rápido, aunque sea breve. Este mecanismo también podría explicar la tendencia a la alimentación emocional, que muchas veces deriva en el consumo excesivo de productos poco saludables.
La investigación incluyó a 117 participantes (54 con diagnóstico de depresión y 63 sin), a quienes se les mostró una serie de imágenes de alimentos. Luego se les pidió que calificaran cuánto deseaban o disfrutaban cada opción. Los resultados mostraron que los pacientes con depresión preferían significativamente menos los alimentos ricos en proteínas o grasas, y más aquellos con alto contenido energético provenientes de azúcares o almidones.
Otra línea de investigación apunta a que la depresión no solo se aloja en el cerebro, sino también en el intestino. En personas con este trastorno se ha observado una disminución en la diversidad de la microbiota intestinal, lo que puede influir en el estado de ánimo.
Un desequilibrio de bacterias intestinales favorece la inflamación y afecta la producción de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, profundizando los síntomas depresivos.
En este sentido, el uso de probióticos como lactobacilos y bifidobacterias comienza a perfilarse como una estrategia complementaria para mejorar el bienestar emocional desde el sistema digestivo.
Estas son algunas recomendaciones de la organización Médicos sin fronteras para cuidar la salud mental:
- Mantener lazos sociales activos
- Hacer actividad física regular (incluso caminar es beneficioso)
- Evitar el consumo de alcohol y otras sustancias
- Buscar espacios para expresar lo que se siente, ya sea con personas de confianza o con profesionales