jueves, abril 24, 2025
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A Francisco hay que recordarlo por sus gestos más que por sus palabras



San Miguel tiene un pedazo de la historia del papa Francisco guardado en el Colegio Máximo de San José, institución que eligió para formarse en Teología y Filosofía a sus 25 años y donde fue docente y posteriormente rector. Julio Merediz, sacerdote jesuita, fue su compañero y lo recuerda “por sus gestos, más que sus palabras”.

En 1961, Francisco ingresó al Colegio Máximo para estudiar Teología y Filosofía. Obtuvo su título en ambas disciplinas al mismo tiempo que fue ordenado sacerdote en la institución jesuita en 1969. A sus 37 años, fue nombrado Prepósito Provincial de la Compañía de Jesús, el máximo rango de la orden jesuita y seis años más tarde asumió como rector de la institución.

“Recuerdo que cuando él ya era Prepósito Provincial y yo siendo párroco que comenzaba, me vino a visitar a la pieza comunitaria donde vivía. Entonces, lo primero que me preguntó es si no me agarraba frío a la noche y al otro día apareció con una estufa”, relata Julio Merediz acerca de los gestos de Jorge con sus compañeros y con la institución que lo formó y donde siempre “evangelizó con el ejemplo”.

Recuerda también como cada cumpleaños el hincha de San Lorenzo lo invitaba al Colegio Máximo para festejarlo. Llamaba a todos sus amigos y compañeros cercanos para que lo acompañen y se encargaba de la comida y la torta. “Muchas veces los problemas se solucionan cuando hay una persona que te escuche y Jorge Bergoglio era un tipo que te escuchaba”, hace hincapié Julio.

Julio y Jorge compartían el gusto por la música clásica, el teatro, la ópera y la lectura. “Una vez fui en reemplazo de Bergoglio a dar los ejercicios seminaristas en Villa Devoto y me alegraba cuando se me acercaban los seminaristas y me decían que era como si lo hubiese dicho Jorge”, relata acerca de los puntos de unión de ambos sacerdotes en aquel entonces.

Y agrega: “Éramos compañeros y teníamos una formación muy similar. Nuestro gran Maestro había sido el padre Miguel Ángel Fiorito, así que había cosas parecidas en nosotros, aunque somos personalidades distintas”.

En 1992, Bergoglio es elegido obispo auxiliar en la Ciudad de Buenos, luego obispo coadjutor y, a los pocos, años asume como Arzobispo de la Ciudad. Ya mudado a la Capital, siguió dictando clases en su cátedra de Teología pastoral todos los lunes. A principios del siglo XXI fue hecho cardenal por el papa Juan Pablo II. “De su paso por la Ciudad de Buenos Aires hay que destacar que convirtió todas las villas en parroquias”, explica.

Y agrega: “Les enseñó a los sacerdotes de la Ciudad de Buenos Aires que eran religiosos para cualquier parroquia, esté en la villa, Barrio Norte, Flores, Floresta o en cualquier barrio o condición social. Que no había solamente curas villeros, sino que todos eran curas de la diócesis y son para todas partes”.

Docentes de la institución que compartieron con Francisco recuerdan cómo, en 1976, alojó a tres muchachos de La Rioja para que estudiaran en el Colegio Máximo y así protegerlos de las persecuciones de la dictadura. Les dijo que tengan cuidado y sean prudentes, porque siempre había visitas de los militares.

Julio Mederiz concluye repitiendo una vez más que el distintivo de Jorge Bergoglio como compañero, docente, sacerdote y Papa eran sus gestos, por sobre sus palabras. “Es decir, el hábito no hace al monje, lo que hace al sacerdote es el amor con que se tienen los gestos aunque sean muy pequeños”.



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