En marzo de 2025, para el Día de la Mujer, el gobierno difundió un spot según el cual la cantidad de femicidios cayó durante 2024. El femicidio es la forma más extrema de violencia de género, sin embargo, existen muchas más.
Un documento del Ministerio Público Fiscal, publicado en 2020, afirma que “la violencia hacia las mujeres y personas LGBTI es una realidad en toda la sociedad, producto del sistema patriarcal que genera jerarquías y desigualdades”.
Esta violencia puede manifestarse de muchas formas, como agresiones físicas, psicológicas, simbólicas, sexuales o económicas. También en variedad de ámbitos, desde el trabajo hasta el hogar.
Precisamente, en la intimidad del hogar, algunas parejas suelen someter a mujeres o personas LGBTI a situaciones de violencia de género.
Cómo se manifiesta la violencia de género en los espacios privados como el hogar

La violencia de género física ocurre cuando las mujeres son golpeadas u obligadas a consumir drogas o alcohol. También pueden ser víctimas de violencia psicológica, que abarca agresiones que producen un daño emocional, bajan la autoestima y afectan la salud psicológica, según las definiciones de un documento del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.
Existe violencia psicológica cuando “controlan lo que hacen o deciden sobre las vidas de las mujeres o personas LGBTI, las celan, las alejan de sus familias y amistades, las amenazan o las insultan”. Ello puede generar un daño duradero o permanente en la víctima.
Si las mujeres y personas LGBTI “no pueden elegir si quieren o no tener relaciones sexuales, o la manera en la que quieren tener un contacto sexual, hay violencia sexual”. Ejemplo de ello son la violación, el acoso, el manoseo o la obligación a tener contactos sexuales de cualquier tipo, sin respetar su decisión de usar métodos anticonceptivos.
Otro tipo de violencia de género es la económica y sucede cuando la pareja, o expareja, por acción o falta de acción, daña los bienes o los ingresos de una mujer o persona LGBGTI. Algunos ejemplos: prohibirles trabajar, amenazar con echarlas de su casa, manejarles el dinero que ganan con su trabajo, no pagar la cuota de alimentos para sus hijos, obligarlas a tomar decisiones económicas que no desean, como pedir un préstamo, y excluirlas del manejo de la economía hogareña.
“Todos los signos, imágenes, mensajes e ideas que muestran a las mujeres y personas LGBTI en una situación de inferioridad con relación a los hombres y, por eso, contribuyen al trato desigual y a la discriminación constituyen violencia simbólica”, añade el documento. Por ejemplo, las publicidades que ponen a la mujer como única responsable del cuidado de la casa, de los hijos o de la limpieza.
El femicidio, el transfemicidio y el travesticidio son las formas más extremas de violencia de género. Para la ley argentina son crímenes de odio cometidos hacia cuerpos feminizados por motivos de género.

Mucho más sutiles son las maniobras de ejercicio del poder en la vida cotidiana, que atentan en diversos grados contra la autonomía y el empoderamiento de las mujeres y personas LGBTI, conocidas como micromachismo.
La violencia de género es institucional cuando involucra agentes de cualquier órgano, ente o institución pública. En este caso, “su fin es retardar, obstaculizar o impedir que las mujeres tengan acceso a las políticas públicas y ejerzan los derechos previstos en la ley de protección integral”. También comprende los partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales, deportivas y de la sociedad civil.
La discriminación hacia la mujer ocurre en el ámbito laboral si “obstaculiza el acceso al empleo, contratación, ascenso, estabilidad o permanencia, exigiendo requisitos sobre estado civil, maternidad, edad, apariencia física o la realización de un test de embarazo”.
“Constituye también violencia contra las mujeres quebrantar el derecho de igual remuneración por igual tarea o función. Asimismo, incluye el hostigamiento psicológico en forma sistemática sobre una determinada trabajadora con el fin de lograr su exclusión laboral”.
La difusión de mensajes e imágenes estereotipadas por los medios de comunicación que promuevan directa o indirectamente la explotación de mujeres, las difame, humille o atente contra su dignidad o las que reproducen una visión degradante de ellas constituyen la violencia mediática.
“La violencia de género pública ocurre cuando es ejercida por una o más personas, por ejemplo, en medios de transporte o centros comerciales, a través de conductas o expresiones verbales o no verbales, con connotación sexual, que afecten o dañen la dignidad, integridad, libertad, libre circulación o permanencia”, explica el documento.