La obra de teatro ciego No hace falta verte, campeón, que se da todos los sábados a las 21 en Villa Crespo (Teatro Ciego, Susini 2280) es un viaje multisensorial por los días en que Messi y la Scaloneta nos dieron la tercera estrella Mundial. Pero también es una oda a la amistad, y cómo dos personas pueden encontrarse a pesar de…
Enrique Santos Discépolo contó una vez que el icónico tango Yira Yira, no lo escribió con la mano, sino con todo el cuerpo. Del mismo modo, presenciar esta obra de teatro nos hace dar cuenta de que aquel inolvidable diciembre de 2022 no lo recordamos con los ojos, sino con toda nuestra humanidad.
“La gente que ve, tiende a pensar que todo pasa por los ojos. Y de hecho, por la vista no se siente. La felicidad no la estás sintiendo a través de la vista. Es como que adjudican todas las sensaciones a ese sentido. Pero resulta que cuando salieron campeones del mundo lo primero que sintieron fue un abrazo. Y el abrazo no se ve, se siente”, explica Facundo Bogarín, el director artístico de la obra y del Teatro ciego desde 2017, a Clarín horas antes de comenzar la función. Facundo es ciego desde la adolescencia, pero no le ha resultado un impedimento para desarrollar su vocación.
Facundo es además el protagonista de los hechos en los que está basada la historia. Y si bien no es uno de los actores en escena -sí actuó en la serie División Palermo, que está en la plataforma Netflix-, cuenta la emoción de participar de la construcción en forma de ficción de una parte de su vida que “siempre le saca una sonrisa”.
A respecto recuerda: “Junto con el director y dramaturgo de la obra Martín Bondone (que además es el fundador de Teatro ciego), estábamos con toda esta historia de cómo pegó en la sociedad el Mundial y que significó esa identificación con la Selección”.
“Ahí fue cuando recordamos la historia de un amigo mio con el que veía los partidos y un montón de anécdotas divertidas de esos encuentros, lo que disparó a Martín para escribir este libro, que básicamente es pensar en cómo se vive esa pasión con los otros sentidos”.
Iluminados por la imaginación
El teatro ciego es una experiencia en la más absoluta oscuridad, en la que al carecer de la vista, se agudizan todos los otros sentidos. La magia arranca antes de que comience la obra, al entrar a una sala completamente a oscuras, despojados (vaya milagro) de los celulares y confiando en los hombros de un desconocido para hacer una fila que nos deposite en nuestros lugares. Ya en ese ritual, hay un quiebre que vale la pena.
La obra dura algo más de 50 minutos y cuenta la historia de la amistad de Facundo (no vidente) y Tatú (quien tiene una salud endeble). La misma está ubicada temporalmente desde la segunda Copa América ganada por Chile hasta el mundial de Qatar. Su marco y leitmotiv es esa pasión por la Selección que despertó y unió a un país, aunque más no sea por 30 días.
Tatú será los ojos de Facundo en las descripciones de aquella epopeya qatarí. Así, partido a partido, le irá contagiando a su amigo el amor por el capitán de la selección Argentina, Lionel Messi, hasta el punto de generarle la obsesión de querer tocarlo.
A medida que la historia avanza y la amistad va creciendo, la obra también aumenta en la narrativa con disparadores emocionales vinculados al oído, el olfato y tacto; en los que la pasión por el fútbol nos conecta inmediatamente con esa alegría popular inigualable que fue la obtención del título.
La felicidad de gritar un gol bajo la lluvia, la espera eterna de los penales, la sensación de la cerveza helada después del triunfo en esos días calurosos (como contra México o contra Australia), el olor de las flores de ese verano, el grito desde las entrañas de alegría o el miedo a que se nos escape la felicidad por las corridas de Mbappe, todo eso vuelve.
Y vuelve en forma tan nítida, que es volver a vivirlo. Y lo mejor, que como se basa en la imaginación, cada espectador lo revivirá a su manera, creará sus imágenes, le pondrá cara a sus personajes y fabricará sus escenarios.
Al respecto, Bogarín explica: “El teatro ciego es una experiencia activa, porque el espectador no tiene todo masticado. Nosotros le damos todos los estímulos para que transite, viva e imagine. De hecho, el eslogan del teatro es “Lo que ves cuando no ves”. Pero después la forma en que cada uno lo experimenta e imagina es personal, por eso creo que hay tantos directores como espectadores”.
Nada sobra, todo suma
Lo fundamental para esta aventura es la construcción de los textos. El poder de la narrativa descriptiva funciona casi orgánicamente para crear imágenes en la cabeza; así como el uso de los silencios, de los puntos y de las comas. Todo va agregando elementos a lo que se está contando. Al igual que los efectos sensoriales, nada sobra, todo suma.
Pero además hay otra concepción del tiempo. Como la obra tiene como marco un pasado reciente que nos llenó de felicidad, el recordar se hace sin apuro. Se saborea, como se saborean los relatos de Pablo Giralt o Sebastián Vignolo, para saber dónde estaba uno precisamente en el momento indicado.
“Me parece que esta obra ayuda a tomar cierta conciencia sobre que la pasión está en todos los sentidos y que el teatro ciego necesita un encuentro entre la descripción y la comprensión. Algo que encaje perfectamente. Como la descripción que hace Tatú para ser los ojos de Facu”, cierra el actor, director y músico.
Al finalizar la obra, una penumbra difusa empieza a mostrar por primera vez el rostro de público y actores. La magia se disipa tan lentamente que cuesta empezar a aplaudir para romper el hechizo. Como un estadio intermedio de sueño y vigilia, hay algo pesado y calmo del que nos cuesta despedirse.
Nadie tiende a prender sus teléfonos. El mundo allá afuera, de imágenes espectaculares, apuros y textos mal armados, puede esperar un poco más. Medio centenar de personas aprendieron que para el que sabe recordar, la vista puede ser sólo una anécdota.
Información
En No hace falta verte, campeón trabajan los actores Darío Tripicchio, César Martínez Santacruz y Paloma Lutzky Cogan. La dirección es de Facundo Bogarín y Erika Véliz. Mezcla y edición de sonido inmersivo: Nicolas Alvarez. Operación de Sonido: Nicolás Mc Cormick. Producción General: Eugenia Peralta y Sofía Martin. Autor: Martín Bondone. Entradas: desde 19.000 más gastos de envío.