jueves, marzo 13, 2025
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El mundo ansioso de la virtualidad y sus consecuencias en la psiquis


El trabajo, el estudio, las conversaciones entre amigos y familiares, el entretenimiento, la búsqueda de pareja: no hay ámbito de la vida que escape en la actualidad a la mediación de internet. El smartphone, una navaja suiza de aplicaciones, está en nuestros bolsillos y se mimetiza con nosotros. Como nunca, y sobre todo tras la pandemia, internet habla de nuestra identidad y nuestras relaciones interpersonales a la vez que transforma ambos aspectos de formas novedosas. Dos libros recientes, La psicología de internet de Alejandro Castro Solano (Paidós) y La generación ansiosa de Jonathan Haidt (Paidós), exploran el vínculo entre internet y la psicología humana, advirtiendo sobre las posibles patologías y conductas problemáticas asociadas.

¿Internet nos hace más o menos felices?
Foto: Pexels.¿Internet nos hace más o menos felices?
Foto: Pexels.

Alejandro Castro Solano, profesor y Licenciado en Psicología por la Universidad de Buenos Aires escribe junto a las también licenciadas María Laura Lupano Perugini y Guadalupe de la Iglesia una revisión de temas e investigaciones enmarcadas dentro de lo que consideran como una naciente disciplina, la ciberpsicología, encargada de analizar las variables psicológicas que median la relación entre las personas y la tecnología. Con el convencimiento de que los cambios tecnológicos transforman la mente y la conducta humana, los autores se proponen abordar diversas aristas de las nuevas experiencias ligadas específicamente al uso de internet desde una perspectiva teórica y clínica.

Para los autores, el mundo digital se presenta como un espacio alternativo, creando una primera disociación que puede ser tanto benigna como tóxica. El anonimato, la invisibilidad y la asincronicidad habilitan la deshinibición para expresar deseos y sentimientos que se reprimirían en circunstancias cara a cara, pero también para ejercer la agresión sin el mismo riesgo de afrontar consecuencias.

¿Internet nos hace más o menos felices? Buscando dar respuesta a esta pregunta, Castro Solano revisa una diversidad de estudios en los que queda claro que la personalidad cumple un rol importante en el uso y el impacto que tiene internet sobre el bienestar psicológico de cada persona. A su vez, el tipo de actividades que se desarrollan son una variable que modifica los resultados: mientras que los usos utilitarios no parecieran tener efectos negativos, usos pasivos como el scrolleo sí resultan nocivos.

Para el estadounidense Jonathan Haidt, aquella misma pregunta enciende claras señales de alarma. La generación Z, la de los nacidos entre 1995 hasta aproximadamente 2010, es la primera en atravesar la adolescencia con smartphones en mano. De acuerdo con el psicólogo social y profesor de la Universidad de Nueva York, sus miembros son sujetos de prueba de una nueva forma de crecer que denomina “la Gran Reconfiguración de la Infancia”. Haidt sostiene que el argumento de que el abandono de una infancia “basada en el juego” en favor de una “basada en el teléfono” ha dado lugar a una paradoja: la sobreprotección de los niños en el mundo real y un descuido en el ámbito virtual. Paralelamente, Haidt señala un aumento preocupante de casos de ansiedad y depresión en la juventud que, para el investigador, es consecuencia directa del uso temprano de smartphones y redes sociales.

La generación ansiosa
Jonathan Haidt
Editorial PaidósLa generación ansiosa
Jonathan Haidt
Editorial Paidós

La construcción del self

En 2022, la familia Spence de California demandó a la empresa Meta alegando que el diseño algorítmico de Instagram había provocado los problemas de adicción, ansiedad, depresión, autolesiones, desórdenes alimenticios e ideación suicida de su hija adolescente. La presentación cobra sentido tras la revelación de los “Facebook Papers” (Papeles de Facebook), en los que una ex empleada de la empresa, Frances Haugen, expuso que la compañía estaba al tanto de las consecuencias de su producto sobre la salud mental de sus usuarios más jóvenes y que incluso se referían a los niños de entre diez y doce años como una “audiencia sin explotar”, pese a que sus propias políticas no admitían a menores de trece como usuarios. Haidt, además de tener contacto con otros casos similares, ha colaborado con los abogados de los Spence.

Las redes sociales invitan a una construcción del self, una autorrevelación ante los ojos de los demás que no siempre coincide con el del mundo offline. Un balance armonioso entre la vida en la red y por fuera de ella darán, como muestran los autores de La psicología de internet, un mejor resultado de bienestar. Por otro lado, la exposición constante a información de otros, en general de tinte positivo, es un incentivo para la comparación social y puede despertar sentimientos de envidia que afecta más a personas con baja autoestima.

En este punto, Haidt se detiene en su libro en el impacto particular que tiene este modo de funcionamiento de las redes en el caso de los niños y adolescentes, que atraviesan un período crucial en cuanto a la construcción de una identidad propia. Los efectos negativos parecieran agravarse en el caso de las chicas por una variedad de factores socio-evolutivos que el autor revisa en detalle.

La psicología de internet. Alejandro Castro Solano
Editorial Paidós. La psicología de internet. Alejandro Castro Solano
Editorial Paidós.

Desde el punto de vista biológico, la maduración cerebral de los adolescentes también es más vulnerable porque todavía no se han terminado de conformar las áreas relativas al autocontrol y el aplazamiento de la gratificación, un punto débil frente a las dosis de dopamina en forma de notificaciones de “me gusta”.

Este último aspecto ha llevado a los investigadores a preguntarse si es posible hablar de una adicción a internet, con los videojuegos como caso paradigmático de estudio. Los autores de La psicología de internet señalan que la adicción se identifica por los períodos prolongados de uso acompañados del descuido de las rutinas diarias y la dependencia. Los adolescentes, una vez más, figuran como un grupo de riesgo.

Dadas las características de esta etapa del desarrollo, para Haidt, la edad mínima establecida de trece años para abrir una cuenta resulta excesivamente baja (además de fácilmente sorteable) y debería extenderse hasta los dieciséis, añadiendo controles más estrictos de verificación.

Sin embargo, esto no parece una tarea sencilla para los padres o adultos responsables cuando existe una presión grupal para crearse perfiles en redes y el miedo latente de la exclusión social de sus hijos en caso de quedar por fuera de los círculos virtuales. En ese sentido, Haidt insiste en la importancia de la concientización y la creación de acuerdos para mitigar la sensación de falta de escapatoria. Por otra parte, apunta a la necesidad de regulación estatal y de las propias plataformas, confiado en que el deterioro generalizado en la salud de los jóvenes puede revertirse para las próximas generaciones.

Para Haidt, la edad mínima establecida de trece años para abrir una cuenta resulta excesivamente baja (además de fácilmente sorteable) y debería extenderse hasta los dieciséis, añadiendo controles más estrictos de verificación.Para Haidt, la edad mínima establecida de trece años para abrir una cuenta resulta excesivamente baja (además de fácilmente sorteable) y debería extenderse hasta los dieciséis, añadiendo controles más estrictos de verificación.

Mientras que el anonimato explica en gran medida el costado oscuro de internet como ambiente disparador de patologías y de conductas como el ciberbullyng, el grooming o la actividad de los trolls, los autores de La psicología de internet también se encargan de los aspectos beneficiosos que posibilita el mundo digital. En la medida en que la comunicación permite mantener la cercanía a la distancia con los pares, disminuyen los sentimientos de soledad.

Haidt admite que las comunidades en línea pueden ser un refugio para aquellas personas marginadas fuera de las redes o que viven en ambientes opresivos, como es el caso de muchas personas del colectivo LGTBIQ. Sin embargo, incluso en esos casos el costo pareciera ser muy alto en cuanto a salud mental y las comunidades virtuales suelen implicar un menor nivel de compromiso.

Castro Solano, por su parte, explora otros aspectos que atañen a lo específico de la disciplina, como las psicoterapias online y el uso aplicado de la inteligencia artificial. Según los estudios revisados, las terapias a través de internet -modalidad que sin duda floreció debido a la pandemia-, han dado buenos resultados.

Mientras que La psicología de internet describe algunas áreas de discusión relevantes para la nueva disciplina, La generación ansiosa nació como desprendimiento de un libro que iba a explorar cómo, en palabras de Haidt, las redes sociales perjudican la democracia. Ambos volúmenes sirven como insumo urgente para pensar la nueva subjetividad y los desafíos que traen los smartphones que llevamos a todas partes.



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