jueves, marzo 13, 2025
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La democracia muere con la ignorancia


Solía ser de dominio público —no solo entre legisladores y economistas, sino también entre estudiantes de secundaria con nociones de historia— que los aranceles son una idea terrible.

La frase “empobrece a tu prójimo” significaba algo para la gente corriente, al igual que los nombres del senador Reed Smoot y el representante Willis Hawley.

Los estadounidenses comprendieron ampliamente hasta qué punto sus aranceles de 1930, junto con otras medidas proteccionistas y aislacionistas, contribuyeron a convertir una crisis económica global en otra guerra mundial.

Trece presidentes sucesivos juraron no volver a repetir aquellos errores.

Hasta su llegada, ningún presidente estadounidense ha sido tan ignorante de las lecciones de la historia.

Hasta que llegó al poder, ningún presidente estadounidense ha sido tan incompetente a la hora de poner en práctica sus propias ideas.

Mercados

Esa es la conclusión a la que parecen haber llegado los mercados bursátiles al desplomarse tras el triple golpe de Trump:

Un vendedor sostiene un busto del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el cruce fronterizo de San Ysidro, en Tijuana, México, el 12 de marzo de 2025. REUTERS/Aimee MeloUn vendedor sostiene un busto del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el cruce fronterizo de San Ysidro, en Tijuana, México, el 12 de marzo de 2025. REUTERS/Aimee Melo

primero, amenazas de aranceles contra nuestros mayores socios comerciales, que implican costos mucho más elevados;

segundo, dos suspensiones de un mes de duración para algunos de esos aranceles, lo que significa un entorno empresarial de previsibilidad cero;

por último, su admisión tácita, a Maria Bartiromo de Fox News, de que Estados Unidos podría entrar en recesión este año, y que es un precio que está dispuesto a pagar para lograr lo que califica como una “gran cosa”.

En resumen, un presidente voluntarioso, errático y despreocupado está dispuesto a arriesgar tanto la economía estadounidense como la mundial para hacer valer su ideología.

Eso no va a terminar bien, sobre todo en un gobierno sin contrapesos, caracterizado por un equipo de aduladores y adláteres a ultranza.

¿Qué otras cosas no van a acabar bien, al menos para este gobierno?

El Departamento de Eficiencia Gubernamental no terminará bien.

Ni es un departamento ni es eficiente, y la “eficiencia gubernamental” es, por diseño madisoniano, un oxímoron.

El Servicio de Impuestos Internos, con escaso personal, no reducirá tus impuestos:

retrasará tus devoluciones.

El despido masivo de miles de empleados federales no originará una mano de obra más productiva.

Significará una década de litigios y miles de millones de dólares en costos judiciales.

Las eliminaciones de gastos superfluos (algunos reales, otros no) no harán mella en el gasto federal.

Enmascararán los motores intocables de nuestra deuda de 36 billones de dólares:

Medicare, Medicaid, Seguro Social y la defensa.

Las amenazas a nuestros aliados no finalizarán bien.

Puede parecer divertido, más o menos, trolear a Justin Trudeau diciendo que es el “gobernador” del “gran estado de Canadá”.

Sin embargo, es grotesco, horripilante e idiota inventar pretextos falsos para embarcarse en una implacable guerra comercial contra nuestro vecino más amistoso, entre otras cosas porque ha impulsado repentinamente la fortuna política del sucesor de Trudeau, Mark Carney, a expensas del líder conservador, Pierre Poilievre.

Es razonable intentar expulsar a las empresas chinas del Canal de Panamá.

Pero amenazar con anular un tratado ratificado por el Senado para recuperar el canal por la fuerza está destinado a sembrar una desconfianza permanente hacia Estados Unidos.

Es interesante contemplar la compra legal y voluntaria de Groenlandia.

Pero amenazar, en un discurso ante el Congreso, con tomar Groenlandia “de un modo u otro”, amenazando así a un aliado de la OTAN que es soberano de su territorio es algo que recuerda a Vladimir Putin.

El acercamiento a la extrema derecha europea no acabará bien.

Uno de los principales problemas de partidos como el AfD alemán o la Agrupación Nacional francesa es que odian todo lo estadounidense:

nuestra cultura vulgar, nuestra repugnante comida rápida, nuestro capitalismo rapaz y nuestras pretensiones imperiales.

Quizá el mayor logro del siglo XX fue la destrucción, tanto física como espiritual, del militarismo alemán y la amenaza que implicaba para los numerosos vecinos de Alemania.

Pero la estrategia de Estados Unidos de alejarse de la OTAN mientras se le da poder a esos partidos antiestadounidenses no logrará una mayor seguridad para nadie, incluidos nosotros mismos.

Eso desencadenará que Alemania vuelva a ser liderada por fascistas y se muestra dispuesta a armarse con armas nucleares.

Las negociaciones sobre Ucrania no acabarán bien.

Si el gobierno de Trump quiere poner fin a la guerra de forma duradera, haría todo lo posible públicamente para apoyar a Kiev, incluida una reunión amistosa con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, una entrega más rápida de armas, negociaciones sobre una garantía de seguridad estadounidense a largo plazo y la adhesión a la Unión Europea.

También haría todo lo posible para oponerse a Moscú, incluso confiscando los activos congelados de Rusia para financiar las compras militares de Ucrania.

Luego utilizaría esa influencia para lograr que Zelenski aceptara un acuerdo que implicara la pérdida de territorio ucraniano.

Estrategia fallida

Lo que el equipo de Trump ha conseguido es lo contrario:

una Rusia que ve aún menos motivos para llegar a un acuerdo, una Europa que ve más motivos para seguir su propio camino, una China que cree que Estados Unidos terminará plegándose y una Ucrania traicionada una vez más que tendrá aún menos motivos para confiar en las garantías internacionales de su seguridad.

la detención y amenaza de deportación el domingo de Mahmoud Khalil, titular de un permiso de residencia y activista propalestino en Columbia, puede incluso hacer que los libertarios civiles proisraelíes defiendan sus derechos, mientras que la extrema izquierda lo convierte en un mártir.

Pero la pauta está clara.

Ignorando el corolario político de la Tercera Ley del Movimiento de Newton —que toda acción tiene una reacción igual y opuesta—, el gobierno cosechará ahora precisamente lo que debería evitar.

Los críticos de Trump siempre se apresuran a ver el lado siniestro de sus acciones y declaraciones.

Un peligro aún mayor puede residir en la naturaleza caótica de su política.

La democracia puede morir en la oscuridad.

Puede morir en el despotismo.

Con Trump, es igual de probable que muera por la ignorancia.

c. 2025 The New York Times Company



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