La actriz y escritora Camila Sosa Villada (1982, Córdoba) está resfriada y con un pañuelo en la mano. Pero todo hay que decirlo: jamás pierde encanto y carisma. En unos pocos minutos canta un fragmento de un chamamé, hace bromas con su prensa y pide una gaseosa al mozo. Son las 10 de la mañana en un hotel de Recoleta y ella en la cara tiene puesto unos anteojos de sol y viste una camisa blanca que lleva bordado el nombre de su reciente película estrenada, que además está basada en su propio libro: Tesis sobre una domesticación, dirigida por Javier Van de Couter. Además, sobre la mesa está su cuarta obra recién salido del horno: La traición de mi lengua (Tusquets), que puede leerse como una serie de textos que rozan tanto la gramática como la sexualidad pasando por esa instancia emancipadora de la moral como es la traición con un lenguaje que avanza siempre hacia lo poético, lo refinado y el terciopelo.
Dice: “No me preocupa absolutamente nada. Salvo mis bronquios”, y se ríe cuando piensa en la posibilidad de perder lectores debido a esta nueva realidad que le toca atravesar, la de alguien que escribe y transita su vida con alegría (un combustible que en este momento es tan difícil de conseguir) cuando, al parecer, las cosas deberían costarle un poco más.
Camila Sosa Villada se rebela y tira los decorados que le quieran imponer. Su actitud siempre es desafiante: “Yo ahora tengo que demostrar que no soy solo la chica que escribió Las malas, que yo tengo un universo adentro. Por eso La traición de mi lengua empieza a reflexionar sobre temas que me despegan de los anterior que hice. No quiero escribir Las malas 2, o quedarme como Beatriz Salomón con el mismo look hasta el día de su muerte. Yo quiero poder hacer otras cosas, hablar de otros temas”.
El estreno de la adaptación de Tesis sobre una domesticación la ubica en otro lugar –tal vez único en la literatura argentina– porque es la guionista, protagonista y productora ejecutiva. Quienes hayan leído el libro y se acerquen al cine verán algunos cambios pero se darán cuenta que el trabajo de Sosa Villada ante la cámara es de una entrega honesta y que no deja lugar a dudas sobre el tamaño de su ambición: va por todo.
En ese sentido, para ella, que fue camaleónica en el teatro (su tierra formativa), la literatura es un espacio donde también quiere ampliar su zona de acción con cada paso. Por eso La traición de mi lengua surfea la ambigüedad de género (puede ser poesía, prosa poética o ensayos con mucho vuelo) y temáticamente va moldeando su agresividad, pero con un toque de dulzura en donde la tensión está dada por esa utilización que hace de las palabras.
Algunas frases a modo de ejemplo: “La basura ajena me resulta tentadora”, “Cuando no queda nada por comer, el amor se come a sí mismo”, “Los colmillos hundidos del orgasmo la obligan a escribir”, y así se arma este libro: a fuerza de frases llevadas a su máximo nivel de pureza.

Pero es ella misma la que puede visualizar su obra y mirarla de frente, explica: “Tesis sobre una domesticación es un libro que va haciendo una danza alrededor de algo que no se sabe qué es hasta que en algún momento te das cuenta de que es como un animal adentro de una jaula; Las malas era un libro que iba al hueso pero también porque lo había editado Forn, entonces Forn lo único que quería era que yo tirara lanzas o dardos al lector y le fuera quedando claro; en Soy una tonta por quererte lo que había era toda una cuestión de personajes muy rotos, lastimados por otros que son iguales a ellos pero que tiene algún poder por encima. En cambio, este libro fue de otra forma. Me parece que tiene que ver con la economía, la sintaxis, y eso hace también que la gente vaya perdiendo interés en lo que una hace. Porque no quieren ver a una trava escribiendo bien. Quieren ver a una trava tirando dardos, diciendo miren como chupo pijas, como lloro, como me desangro. Pero yo creo que la escritura es refinamiento. No en el sentido clasista, sino estético, con la estética de un libro. Con lo que una recibe como si fuera una joya. Cada vez está más pulido”.
Ella tiene muy claro hacia dónde se dirige: “Voy hacia la gramática. Poder escribir realmente muy bien, como escribe Leila Guerriero o Gabriela Wiener. Escritoras así, ser una escritora como ellas. Que ya no tiene que ver con la idea, sino con cómo lo escribir, con el oficio puro de escribir”.
En un encuentro con Clarín, Camila Sosa Villada reflexiona sobre la escritura, el cine y el teatro en este momento de su vida donde parece que los caminos se bifurcan. ¿Hacia dónde? Solo el tiempo lo sabe, pero ella ahora mismo está en un proceso de cambio y ampliación de su campo de batalla.
–Un libro nuevo en las librerías y una película recién estrenada. ¿Cómo estás con todo esto junto?
–Estoy agotada. ¿Por qué te creés que estoy así? Nunca planeé que iba a salir todo junto. Igual, a mí las cosas del trabajo más que modificarme el ritmo de tener que viajar, tener que hacer prensa y responder por lo una ha escrito, por lo que una ha hecho, no es que me modifiquen el ánimo profundamente o no, para mí el disfrute es previo a eso. Justo me toca un momento en el que mi papá y mamá con problemitas de salud, entonces atiendo más a eso que mis cuestiones más personales que no son tan importantes como parecen. Qué sé yo, estoy bien en general, salvo por estas cosas que le pasan a mis viejos. Están grandes y con achaques.
–¿Ves algún tipo de diálogo entre la película y esta nueva obra literaria?
–Yo me había quedado con ganas de decir más cosas después del rodaje de la película. Había quedado como un poco hambrienta de decir un par de cosas, sobre todo de algunos descubrimientos que había hecho. Esta es la segunda película que filmo en mi vida, no es una costumbre para mí estar en un set. Y se ve que lo que había quedado como resabio, porque además el director no quería hacer La voz humana entonces planteó hacer esta obra Pasifae de Henry de Montherlant y me había quedado resonando por qué había cambiado una cosa por otra, y además en obra en particular es imposible de decir. Me resultaba muy atractivo el mito, que, por supuesto, ya lo conocía, pero era imposible actuarla. No se la podés decir a nadie, no se la podés decir al público, no se la podés decir al toro, no se la podés decir a tu hija, no se la podés decir a otra persona que esté en el escenario con voz. Realmente era muy difícil de hacer. Y cuando empecé a escribir el último texto me di cuenta que de lo que yo me había agarrado para actuar ese texto y hacer esas escenas había tenido que ver con la relación que hay entre la mentira y el lenguaje, entre la seducción y el lenguaje, cómo se usa como una especie de perfume, una especie de maquillaje para poder atraer un amante hacia vos.

–¿Con los libros sentis que pasa lo mismo?
–Creo que sí, los libros dialogan, por supuesto. Se van contestando el uno al otro a medida que los vas escribiendo. O a mí me pasa eso como una propuesta superadora de uno al otro. En tanto sintaxis, en tanto elegancia, o peligro también. Me parece que La traición de mi lengua es más peligroso que Tesis sobre una domesticación.
–Más allá de esto que decís, ¿considerás que un tema que se recorre libro a libro y de distintas formas es el empoderamiento y cómo ir derribando los decorados que la vida impone?
–Puede ser. Es lo que trato de hacer yo también. Siempre me acuerdo de Paco Giménez, mi maestro de teatro, que era un tipo que trata de poner lo que había detrás de los telones por delante, y siempre exponía lo que en general no se expone. El arte lo que hace en general es disimular las tramoyas. Y Paco siempre hizo el trabajo contrario: trataba de poner lo oculto por delante, y eso me parecía una manera de mirar el mudno también. Fue un aprendizaje…me emociono porque tuvo un ACV…y me enseñó un punto de vista que me sirve hasta el día de hoy. Eso de mi literatura pudo haber venido del teatro, de hacer teatro con él. Poner por delante lo que siempre está oculto. No me gusta el artificio de la literatura, el disfraz de la literatura ni el disfraz de las relaciones tampoco.
–Llevaste a la pantalla al personaje que creaste en tu novela, ¿te resultó sencillo acceder a esas emociones y transmitirlas en el rodaje?
–Me la pasé muy triste durante todo el rodaje, realmente muy triste. Triste no solo por las condiciones de filmación, sino también porque era un personaje que me di cuenta realmente por todo lo que estaba pasando dentro de ella cuando le puse el cuerpo. Cuando escribí el libro me atreví a poner un montón de cosas que tuve que pasar por el cuerpo después y me dije wow, es fuerte esto, es doloroso. Y estaba muy triste.
–¿A qué género dirías que pertenece La traición de mi lengua?
–Ni idea, no tengo la menor idea. No sé si es un libro de poemas, si son pequeños ensayos. Después aparecieron un par de libros que me sirvieron de referencia: uno de la Marguerite Yourcenar o de Marguerite Duras o de Erri De Luca. Textos cortos y que condensan una idea muy compleja en un párrafo muy corto. Este libro también es el descubrimiento de que se puede escribir algo como esto. Que no es necesario escribir una novela o un poemario, sino algo que está en medio y que funciona como economía. Si tuviese que escribir estos textos de nuevo no sé si pudiese hacerlo con tanta precisión o con esa economía de palabras. Me tendría que poner a investigar qué es la traición, las grandes traiciones de la historia, hacerme preguntas sobre mis propias traiciones, sobre quienes me traicionaron, etc. Pero lo empecé a escribir, salió así, y estuvo bien. No sabría decir a qué género pertenece.
–¿El proceso fue tal como recibimos el texto final los lectores?
–Siempre queda algún escrito en el camino pero en este caso no tanto. El proceso de escritura fue muy así como quedó al final. Y además la pasé bien escribiéndolo. Otras veces me han tocado libros que fueron muy amargos para mí o que he estado en un mundo mucho más solitario, más concienzudo y doloroso, y este libro fue como una fiesta. Eran textos que salían así. Y se resolvió muy sencillo, fue muy sencillo de hacer. A pesar de lo complejo que es hablar sobre la traición o la sexualidad en la infancia o la relación que tiene el lenguaje con el erotismo, fue un libro festivo. Además me parece que me lo merecía. Después de La malas y los otros libros y la gente diciendo cómo sufren mis personajes, finalmente aparece un libro más sensorial. Me parece que me lo merecía.
–¿La traición a la propia lengua implica ir reconstruyéndola para salir de la opresión social? Pensaba sobre todo en la frase de Sarte: “Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros”.
–Es como un chiste en relación a la lengua como algo menor que el lenguaje. Como decir: “esta tiene una lengua”, o “cuidá esa lengua”, “no te muerdas la lengua”, frases así. Como si la lengua fuera una subirdinada del lenguaje y el lenguaje estuviera cerrado para determinadas profesiones, determinados escritores y no otros. Y cuando escribía yo todo el tiempo pensaba en las cosas que decía mi mamá sobre mis tías: “esta tiene una lengua”. O cuando alguien habla mucho desde chico dice: “ay, la lengua que tiene este nene”, y cosas así. Tenía que ver con eso, lo que está por debajo del lenguaje y sin embargo para muchísima gente la palaba lenguaje no aparece nunca, sí la palabra lengua.
–Pensando que es tu cuarto libro, ¿te resulta más accesible o es más dificultoso llegar a ese universo literario que querés transmitir?
–No pienso en términos de dificultad. No. No me resulta difícil. Y eso que escribir es una tarea bastante ardua. Yo sé lo que quiero decir, y cuando no lo sé tengo editores que me orientan. Así que no pienso en ninguna dificultad.

–¿La actriz y la escritora van por caminos bien diferenciados o se retroalimentan de algún modo?
–Es la misma Camila. Pero le escritora tiene más dinero, así que siempre cuido más a la escritora que a la actriz. Mi actriz es bastante renegada. Yo siempre hice lo que quise en teatro, siempre me dirigí a misma y trabajé con la misma gente muchos años. Y me alcanzó para vivir muy bien, pero no tan bien como me alcanza con ser escritora. También ser actriz es una profesión de mártir, estar sometida a la imaginación que tiene otro sobre tu cuerpo, sobre tu pelo, sobre tu ropa. Tu cara anda por un lado, tu pelo por otro. Tu trabajo anda por otra parte. Es bastante esquizofrénico. Salvo en el teatro. Pasa que el teatro tiene algo de abnegación que yo ya no tengo ganas de dárselo. Soy muy rigurosa, entonces tengo que hacer dieta, me tengo que cuidar, hacer ejercicios, tener una disciplina de entrenamiento muy firme, no se puede salir ni antes ni después de la función, toda tu vida está puesta para que la función salga bien, que la gente se ponga de pie y aplauda. En cambio, la literatura ocurre de otra forma, no hay manera de hacer teatro como se escribe, porque vos escribís a solas, en tu casa, en el momento menos esperado cuando la gente se va a dormir, o tenés una idea y la escribís apenas te despertás. Podés comer o no comer y descuidarte así, y eso en el teatro no se puede hacer porque el cuerpo está muy presente. Escribir lo podés sin que te publiquen, sin que a nadie le interese, pero podés escribiendo igual. No podés hacer una obra para nadie.
–¿La evolución es algo que está dentro de tus intereses?
–Yo creo que sí mejoro como escritora. Mejor en términos de industria, es decir en el sentido de lo publicable, de lo que llega a los lectores, me lo tomo con responsabilidad. No es algo que no me importe poder escribir bien o poder escribir mejor. O que cada libro conteste a otro y sea superador del anterior. Eso no me lo tomo con liviandad. Me gusta desafiarme a mí como escritora. En términos de cómo se arma una frase. Cuán económico es el libro, qué cosas no se dicen de más, qué cosas se dicen directamente, cómo se rodea un tema hasta tocar la fuente del origen de ese libro.
Camila Sosa Villada básico
- Nació en Córdoba, Argentina. Es escritora, actriz, guionista. Estudió Comunicación Social y Teatro en la Universidad Nacional de Córdoba.
- En 2009 estrenó su primer espectáculo, Carnes tolendas, retrato escénico de una travesti.
- Es autora del ensayo El viaje inútil (2018), las novelas Las malas (2020) y Tesis sobre una domesticación (2019-2023) y el libro de relatos Soy una tonta por quererte (2022). Las malas obtuvo los premios internacionales Sor Juana Inés de la Cruz 2020, Finestres de Narrativa 2020 y el Grand Prix de l’Héroïne Madame Figaro 2021.
- Sus libros han sido traducidos a más de veinte idiomas. En 2023 protagonizó la adaptación al cine de Tesis sobre una domesticación junto con Alfonso Herrera.
La traición de mi lengua, Camila Sosa Villada (Tusquets).