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Poliladrones: a la caza de un botín millonario

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Se trató de un robo quirúrgico. Entre el sábado 31 de octubre último y el domingo 1° de noviembre, delincuentes lograron ingresar en el sector de las oficinas administrativas de una estación de servicios Shell ubicada en Rancagua al 5000, Villa Retiro, de la ciudad de Córdoba, y se alzaron con un botín fabuloso: 70 millones de pesos en efectivo y otros 37 millones de pesos en cheques, según quedó anotado en la denuncia penal.

Para ello, los delincuentes forzaron una caja fuerte.

Al observar las imágenes de las cámaras de seguridad de la estación, los investigadores de Robos y Hurtos abrieron bien grandes los ojos.

Un ladrón, con un auricular, manejó toda la escena del crimen con una pasmosa tranquilidad: tapó con un papel una de las cámaras y cuando el cubrimiento se cayó, de inmediato se dio cuenta (“como si alguien le hubiera avisado por el comunicador”, dijo una fuente policial) y volvió a poner el papel allí.

El caso, en su momento, generó la lógica repercusión pública por el monto del dinero sustraído.

Lo que nunca se supo hasta ahora es que el botín sustraído generó una “cacería” en la que, otra vez, apareció la banda de los poliladrones.

Ocurrió semanas después de aquel resonante golpe delictivo. Un joven de 25 años, que había sido empleado de limpieza de esa estación de servicios, se levantó temprano para salir a trabajar. Eran las 5.50 de la madrugada cuando el muchacho abrió el portón de su casa de calle Justo Argüello al 1400, de barrio General Bustos, y fue sorprendido por siete sujetos que se conducían en un utilitario Renault Traffic blanco.

Varias de estas personas llevaban chalecos policiales y pistolas nueve milímetros, similares a las que utiliza la Policía, según quedó asentado en la denuncia.

Los falsos policías le dijeron al dueño de casa que se trataba de un allanamiento. La víctima pronto se dio cuenta de que todo era un ardid, ya que hacía sólo una semana que su casa había sido blanco de un procedimiento policial legal en el marco de la investigación por el millonario robo en la estación de servicio.

Los delincuentes vestidos con pertrechos policiales pronto coparon el domicilio. Y fueron directo al grano: a punta de pistola, le exigieron el dinero de aquel atraco.

“Danos la plata, sabemos que la tenés enterrada”, le dijeron.

Para intentar persuadir más al dueño de casa, los asaltantes amenazaron con llevarse secuestrado a su pequeño hijo de 4 años. La mujer y un hermano también quedaron a merced de la banda.

En la denuncia judicial, la víctima dijo que él no tenía ningún botín en su casa y que al final los poliladrones se llevaron una moto, un televisor de 39 pulgada, un celular, las llaves de la casa, la llave de un auto Ford Focus y documentación personal del propietario de la vivienda.

La víctima de este robo volvió a negar, entonces, como lo había hecho una semana antes al ser allanado de manera legal, tener cualquier vinculación con la sustracción millonaria de la estación de servicio.

Y aportó un dato: creyó haber reconocido a uno de los ladrones que ingresaron en su casa.

No obstante, este sospechoso nunca fue detenido por este asalto.

Suspicacias

Los investigadores judiciales y policiales, en tanto, quedaron envueltos en interrogantes e hipótesis.

Un dato que genera comezón entre los pesquisas es que los poliladrones llegaron a ese domicilio una semana después que los investigadores formales del caso. Que estos delincuentes estén corriendo detrás del botín de manera paralela a los policías no es tomado como una mera coincidencia.

Otra vez, la banda de los uniformados demuestra tener conocimientos internos sobre la fuerza azul que excede al hecho de tener sólo vestimenta similar.

En la Policía saben que los delincuentes conocían personalmente al dueño de casa, por lo que les llama la atención que hayan empleado semejante logística para un robo cuyo fin supuestamente estaba errado.

A todo esto, en la zona de Hipólito Yrigoyen, villa El Nailon y Marqués Anexo, sector donde vive uno de los presuntos poliladrones que habría sido identificado por la víctima, aseguran que el botín millonario de aquel robo en la estación de servicio ya cambió de manos.

“Los marcianos”

Lo que se dice en los barrios no encuentra parangón en la investigación judicial, ya que la causa por el robo millonario aún permanece impune.

Históricamente, en el mundo del hampa los ladrones millonarios terminan por caer presos. Ya sea porque empiezan a mostrar de la noche a la mañana un radical cambio de vida, porque cuentan de más, porque se muestran de manera exuberante, o, sobre todo, porque cambian de pareja, esta clase de robos con botines impactantes terminan por ser descubiertos. Algo que hasta ahora no ha sucedido en el marco de esta investigación.

La historia criminal argentina está repleta de casos que responden a este patrón: ladrones que se convierten en nuevos ricos y que terminan por ser descubiertos gracias al despecho de sus mujeres.

Rolando “el Ciego” Hidalgo, el delincuente abatido en el asalto a la financiera de Nueva Córdoba en 2018, había caído preso antes por otra causa tras ser delatado por una expareja a la que abandonó tras un robo cuantioso.

El famoso asalto al banco Río de Acassuso, Buenos Aires, el 13 de enero de 2006, caso que terminó siendo una película, fue descubierto gracias a que la exesposa de uno de los ladrones, Rubén Alberto de la Torre, a quien denunció ya que él pensaba irse con una nueva novia, más joven, y llevarse parte del millonario botín. “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”, dejó escrito la banda del “robo del siglo” en el banco al momento de huir. Al final, el corazón terminó siendo un asunto central en toda esta historia.

Se trata sólo de dos ejemplos dentro de una historia mucho más prolífica en este tipo de situaciones.

Lo que sea, amores o exuberancia, todo sirve cuando los investigadores policiales deben comenzar a “patear” los barrios en busca de algún dato que les permita dar con una banda de ladrones.

Cuando nadie dice haber escuchado algo o conocer algún dato, en la jerga se los denomina como “los marcianos”: delincuentes sin huellas.

Hoy, en Córdoba, el desafío es múltiple: se buscan pistas sobre los ladrones multimillonarios de la estación de servicio y, al mismo tiempo, sobre los poliladrones que de a poco se han ido convirtiendo en el enemigo policial número uno.

Delincuentes vestidos con uniformes policiales que simulan allanamientos para ingresar a robar en domicilios particulares y en casas de familia. En los últimos 15 días, una serie de golpes de este tipo en la zona de Camino a 60 Cuadras, al sur capitalino, generó que el accionar de estos ladrones copara la atención mediática de los cordobeses, aunque en realidad vienen actuando de manera impune desde hace meses.

El dolor de cabeza para los investigadores se acrecentó cuando el lunes pasado dos asaltantes llegaron a un comercio ubicado a sólo 50 metros del domicilio que la banda de los uniformados había atacado sólo 48 horas antes y sólo se llevaron las filmaciones de las cámaras de seguridad de ese local que daban hacia la calle.

Lo que hasta ahora nadie puede asegurar es si se trata de una sola banda o si hay múltiples grupos de delincuentes activos que salen a asaltar vestidos con prendas policiales.

Ayer volvió a trabajar, tras 15 días de vacaciones, el fiscal Ernesto de Aragón, quien, por una resolución del acéfalo Ministerio Público Fiscal, hace tiempo que investiga junto con un reducido grupo especial de policías provinciales y judiciales todos los asaltos cometidos en Córdoba y en el Gran Córdoba en los que los delincuentes utilizan pertrechos policiales. Para este funcionario judicial, el desafío es cada vez más grande.

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Edición Impresa

El texto original de este artículo fue publicado el 17/01/2021 en nuestra edición impresa.


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