Mario Lorca, detenido en la cárcel de Almafuerte, en Mendoza, es considerado uno de los presos más peligrosos y conflictivos del Servicio Penitenciario de esa provincia. Inicialmente acusado de un robo agravado, su vida criminal tomó un giro mucho más oscuro cuando comenzó a asesinar a otros internos, acumulando un total de cuatro crímenes en el tiempo que lleva tras las rejas.
Según las autoridades del penal, Lorca presenta un cuadro psicótico y no puede controlar sus impulsos. Aseguran que ha demostrado ser capaz de cometer actos de violencia desmedida desencadenados por breves episodios de furia en los que pierde por completo la razón.
Lo cierto es que desde su ingreso a prisión, en 2004, Lorca tuvo un comportamiento extremadamente problemático que le ha valido permanecer en una celda en solitario, aislado de los demás internos.
Las autoridades penitenciarias locales han reportado con preocupación su comportamiento agresivo y su capacidad para obstaculizar la seguridad del penal considerando que, a pesar de su tratamiento psicológico y la medicación que recibe, su peligrosidad sigue presente.
Los cuatro crímenes del Preso Psicótico: una historia de miedo y violencia en la cárcel

Mario Lorca, que actualmente tiene 43 años, fue responsable de cuatro crímenes atroces que han dejado una profunda huella de terror en el sistema penitenciario de Mendoza. Su historial de violencia y caos revela la oscura realidad de un preso diagnosticado como psicótico, quien ha logrado transformar a la cárcel en un escenario de terror.
El primer asesinato del Preso Psicótico ocurrió en 2008, cuando solo le faltaban tres meses para ser liberado tras cumplir la condena por robo agravado. Este episodio marcó el inicio de su trayectoria criminal. En un conflicto con otros internos, Lorca mató a un compañero de prisión. Este acto de violencia cimentó su reputación como un interno de extrema peligrosidad, e hizo que las autoridades propusieran medidas de seguridad más restrictivas en torno a su comportamiento.
Desde su llegada a la cárcel a Lorca se le atribuyen otros dos homicidios. Estos crímenes alimentaron aún más su mala fama y llevaron a que los funcionarios del Servicio Penitenciario lo consideraran un sujeto de altísimo riesgo.
Años más tarde, el 15 de enero de 2015, su nombre volvió a aparecer en los medios: tras un brutal ataque, Lorca apuñaló de muerte a Jonathan Scaloni, de 26 años. El crimen de Scaloni ocurrió bajo circunstancias escalofriantes: Lorca rompió una reja del cierre perimetral y, tras un enfrentamiento con los guardias, lanzó a Scaloni una certera puñalada en el tórax mientras este regresaba a su celda después de haber disfrutado de un momento de recreación.
Según las autoridades, Scaloni no tuvo tiempo para defenderse, lo que subraya la determinación y rapidez del ataque. “Es psicótico. Tiene veinte minutos de furia y mata”, declararon fuentes al diario Los Andes.

Foto: Delfo Rodriguez.
El homicidio de Scaloni no solo reafirmó la disposición de Lorca para matar, sino que, además, planteó serias preocupaciones sobre la seguridad dentro del penal. Es que durante el ataque que acabó con la vida de Scaloni, Lorca descargó también su violencia contra un guardia, al que intentó apuñalar. La cuchillada apenas rozó al oficial, pero este acto evidenció su voluntad de atacar a quienes tienen la tarea de mantener el orden.
Luego del asesinato de Scaloni, Lorca, quien cumple una condena de prisión perpetua, fue llevado a una celda de máxima seguridad, donde vive solo. Los demás internos temen estar cerca de él, y su conducta ha planteado inquietudes sobre la gestión y tratamiento de individuos con problemas psicológicos graves en un entorno donde la violencia puede desatarse en cualquier momento.
Su historia criminal es, en definitiva, un recordatorio inquietante de cómo las condiciones penitenciarias pueden convertirse en un caldo de cultivo para la violencia, llevando a muchos a preguntarse cuál será el próximo episodio de este ciclo aterrador.