El sótano de la antigua panadería, donde actualmente tiene vida San Honorato, permanecía olvidado bajo una pequeña puerta trampa.
El espacio fue recuperado y se transformó en una generosa cava donde los comensales viven un momento único mientras esperan sus platos.
El paso por el lugar es un rito obligado para comenzar la visita.
La cava es un subsuelo super acogedor, con una capacidad para cerca de 400 botellas de unas 260 etiquetas de vinos cuidadosamente seleccionados.
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Sobre la mesa, un sinfín de tentempiés y sabores cuya vedette son los limones curados en sal y macerados en aceite oliva, que se conjugan a la perfección con un paté de hígado de pollo.
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También hay paté de verduras, fiambres caseros de vaca, humus de garbanzo, ajos en conserva, verduras asadas, porotos en escabeche, morcillas salteadas y matambrito en larga cocción.
Todo está acompañado por panes y chalitas caseras y, por supuesto, una buena copa de vino.
Entre botellas y fiambres, reposan las fotos de algunos famosos que eligieron San Honorato en su visita a Córdoba: Brian May, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Ricardo Montaner, La Coca Sarli, Graciela Borges y Luis Miguel.
El tiempo pasa volando. Muchos, incluso, se sumergen tanto en la experiencia que olvidan lo que pasa arriba, en el restaurante.
Es entonces cuando el mozo entra en escena e invita a los comensales a la mesa al grito de “los platos están listos”.
La cava de San Honorato es un tesoro oculto detenido en el tiempo, un espacio que vale la pena descubrir y volver a visitar.
Por Yeny Ortega Benavides.